Home Nuestra Palabra A PROPÓSITO DE LA INDEPENDENCIA. (HÉROES Y VILLANOS, OTRA VEZ).

A PROPÓSITO DE LA INDEPENDENCIA. (HÉROES Y VILLANOS, OTRA VEZ).

0

“Las naciones borrachas de libertad
muchas veces sienten nostalgia
por los azotes de sus viejos amos”.

Antonio López de Santa Anna.

Por mi formación como Profesor de Lengua y Literatura, me gusta leer (que no estudiar) la Historia en las páginas de la novela.  Siempre tendrá ella algo nuevo en el estudio de las personas y los hechos.  El narrador histórico es una mezcla de investigador, detective del pasado, psicólogo, politólogo intérprete de los diferentes momentos de la realidad, a los cuales añade elementos de su propia imaginación.

También, como modesto “Profe” advierto que aprendí y enseñé Historia con base en paradigmas maniqueos, dentro de los cuales los buenos eran (¿Son?) inmaculados, investidos de angelical pureza; arquetipos de elevados ideales y amor a la patria.  Los malos, en cambio lo eran (¿Lo son?) integralmente; ni un cachito de bondad existía en su torcida personalidad, rayana en mefistofélica esencia.

En los últimos años la desmitificación del devenir es tema que ocupa a plumas brillantes y a otras no tanto, pero el objetivo se comparte.  Cito de manera desordenada a Juan Miguel Zunzunegui, Francisco Martín Moreno, Fernando del Paso, Enrique Krause y hasta el mismísimo cuentacuentos Armando Fuentes Aguirre, mejor conocido como Catón, sin olvidar al ya clásico Enrique Serna.

Después de leer a cualquiera de ellos, cualquiera de nosotros puede llegar a la conclusión de que los héroes no son tan buenos ni los villanos tan malos.  Luces y sombras resaltan los matices de sus personalidades que son, indiscutiblemente, fuera de serie.

Zunzunegui, por ejemplo, retrata a Don Miguel Hidalgo y Costilla como miembro de una familia de criollos terratenientes, que sufrió despojos y otros agravios por parte del poder virreinal.  Él mismo, culto y poderoso Rector de la hoy Universidad Nicolaíta de Morelia, sintió el poder represivo de su iglesia, quien lo relegó a simple “curita” del pueblo de Dolores, en donde continuó con su afición al teatro subversivo, así como a la buena comida, el buen vino y la buena compañía femenina.  Desde luego, nadie discute sus méritos de conspirador nato, al amparo de su investidura y del secreto masónico.  Su conocimiento de la psicología de las masas, lo hizo enarbolar un estandarte con la imagen de la Virgen de Guadalupe, a quien la turba desarrapada veneraba (¿venera?) más que a su propia madre biológica.

La toma de la Alhóndiga de Granaditas, después de la suicida hazaña de El Pípila, la falta de disciplina militar del sacerdote y sus encendidas arengas, propiciaron la anarquía, la violencia, el saqueo y el derramamiento torrencial de sangre española.  Tal vez un explicable sentimiento de culpa lo inhibió para tomar la ciudad de México, después de la Batalla del Monte de las Cruces.  Retirada que le ganó la enemistad de sus seguidores militares; fundamentalmente Allende.

En el eclipse de su estrella; con las manos desgarradas por la Inquisición para borrar los votos sacerdotales; la excomunión y otras humillantes degradaciones; unas horas antes de su fusilamiento, El Padre de la Patria escribió la siguiente décima a su carcelero: “Ortega, tu crianza fina / tu índole y estilo amable / siempre te harán apreciable / aun con gente peregrina. / Tiene protección divina / la piedad que has ejercido / con un pobre desvalido / que mañana va a morir / y no puede retribuir / ningún favor recibido”.

En este caso la luz de los ángeles derrota a las tinieblas demoniacas: Hidalgo pasó a la historia como bueno entre los buenos.

Mención aparte merece el genio de Don José María Morelos y Pavón: el verdadero estadista de la independencia.  Rústico campesino, recio arriero de rasgos negroides… tuvo también momentos de gloria junto con otros de debilidad y crueldad infinita que lo llevaron a mancharse las manos con sangre desde su  investidura de Generalísimo.  Según el propio Zunzunegui, el humilde Siervo de la Nación, también sufrió mareos de vanidad.  Disminuido, enfermo… murió entre dolorosos remordimientos.

También el brillo de la bondad histórica de Morelos es tan grande que borra las sombras de los humanos defectos.

En estas cumbres borrascosas se engendraron antihéroes como el vanidoso militar Don Agustín Cosme Damián de Iturbide y Arámburu, mejor conocido como Agustín I, Emperador de México; quien compartió con Don Vicente Guerrero la gloria de consumar la Independencia.  En torno a esta personalidad, la sombra opaca a la luz.

Atención especial merece Don Antonio López de Santa Anna; El Dictador Resplandeciente; El Seductor de la Patria; Su Alteza Serenísima…  Gallero profesional, once veces Presidente de la República; insurgente, realista, masón, guadalupano…  Experto en cambiar de chaqueta y según una parodia de Catón, que hizo famosa Oscar Chávez: “Nuestro mejor vendedor”.  A éste singular personaje, ya decrépito, miserable, sin afectos… su biógrafo Enrique Serna le hace decir: “La Patria es una mujer inconstante que pasa con facilidad del amor al odio.  Hoy te hace mimos, mañana cambia de humor y te da con la puerta en la cara.  Infiel por naturaleza, no vacila en traicionar a sus amantes, pero exige que den la vida por ella.  Si rehuyo el martirio, nunca más me concederá sus favores.  Si lo acepto llorará compungida en mis honras fúnebres y una vez pasado el duelo recibirá en su lecho al primer general que le guiñe un ojo.  Por una causa noble daría con gusto la vida, ¿pero acaso estoy obligado a sacrificarme por una puta?”

Septiembre 2016.