Familia Política
“No es grande quien se levanta
Sin sentir bajo su planta
El pedestal de la envidia”
Dr. Ángel Zigler Mendoza.
El pasado lunes 7 de marzo, fue el cumpleaños de nuestro querido amigo y maestro, Dr. Ángel Zigler Mendoza. Por la noche, llamé para felicitarlo. Me dijo, más o menos, lo siguiente: “Aquí estoy todavía, formado en una fila cada vez más corta, para llegar a la taquilla y adquirir un boleto sin retorno”.
Esas palabras, dichas con serenidad por un hombre que conoce los caminos de la vida e incluso algunos misterios de la muerte, me causaron gran impacto y nutrieron mi eterna convicción de aprovechar todas las oportunidades para expresar conceptos de amistad, afecto, amor y todos los elevados sentimientos que hacen al hombre, digno de tal esencia: ¡En vida, hermano, en vida…!
Allá por 1953, un joven médico recién salido de la Universidad Nacional Autónoma de México, llegó a Acaxochitlán. Su propósito era cumplir con la exigencia académica del servicio social. Setenta años después no se ha ido ni se irá, pues tiene un sitial eterno en el corazón de todos cuantos, aquí, tuvimos el privilegio de conocerlo.
“El hombre es él y su circunstancia” decía el filósofo español José Ortega y Gasset. El Doctor era joven, impetuoso, lleno de filantropía, de conocimientos científicos, físicos y metafísicos. Su circunstancia: esta inmensa sierra; más grande aún en ese tiempo de agrestes veredas, sólo transitables a pie o a lomo de mula. La densa población (indígena en su mayoría), vivía en precarias condiciones económicas, culturales, de salud pública… Entre Tulancingo y Huauchinango, no había más médicos que él.
Debe haber sido impresionante mirar al imberbe galeno acudir hasta las humildes chozas sin importar el frío, la niebla o la lluvia pertinaz. Conmovedor, valorar sus esfuerzos para salvar vidas con el rudimentario contenido de su maletín. ¡Cuántas veces lo hizo a la luz de una vela o de un ocote! Casi siempre, sin otra paga que la mirada lacrimógena y el saludo de una mano callosa. La gente, en medio de su miseria ancestral, sabe ser agradecida.
Lo mismo le daba atender un parto, curar una enfermedad crónica, que controlar la hemorragia por un miembro cercenado a machetazos en las constantes peleas que se daban (y se dan) al influjo del aguardiente y la ignorancia.
Siempre estaba allí… con sus ojos claros llenos de bondad y su beatífica sonrisa. El Doctor Zigler, un ser humano de excepción: inteligente, culto, ávido lector, conocedor de las ciencias y de las artes… Versado en la naturaleza, fortalezas y debilidades de hombres y mujeres. En su personalidad se concentraban, además de los cinco sentidos conocidos, otros, destaco tres: sentido común, sentido del humor y sentido del amor.
Gracias a su eficaz labor médica y humanística, su fama trascendió las fronteras del Estado y de la República por curaciones, que numerosos testimonios califican de milagrosas, basadas en serios conocimientos de Parapsicología y Metafísica.
Sin cobrar un solo centavo, sacrificaba su tiempo de descanso para escuchar a todos, hasta altas horas de la noche. Con la energía que sus manos prodigaban por medio de colores nutridos en poderosa fuente primigenia, logró sanar a creyentes y no creyentes; fanáticos y ateos, santos iluminados y pecadores irredentos…
Nuestro amigo podía ayudar a todos, menos a sí mismo. En los tiempos difíciles jamás se quejó. Sabía sonreír; disfrutar de la vida. Experto bailarín; degustaba además, con fruición, las exquisiteces de la buena cocina. Escribía prosa y verso con sabroso estilo y corrección.
Sus hijas: Arlina, Arcelia, Ginia… aún después de muerto, lo idolatran. Sus nietas lo valoran. Su esposa, “La Güerita” Ana Marcela, permaneció junto a él firme, invencible… Picufio I y Picufio II, dejaron dolorosos espacios vacíos. Ya están en el cielo de los perros. Sus amigos, que somos muchos, lo queremos. Respetamos su digna postura ante el mundo, ante una vida que el día 29 de septiembre se extinguió. Sabemos que seguirá viviendo, tal vez en otra dimensión, una vida pródiga, fecunda, plena de calidad y calidez. Así sea.
Para la estoica Güerita, Ana Marcela, sus hijas y sus nietas.
RESPETUOSAMENTE