Bastón

Bastón
Photo Credit To Diario Plaza Juárez

El Faro

Hace ya un poco más de 30 años me tocó asistir al último Yúmari de Pepe Llaguno. Esto último puede sonar raro y referirse a alguien desconocido. Pepe Llaguno fue el último Vicario jesuita de la Tarahumara. Después de él se dejó pasar un buen tiempo sin obispo y de repente se nombró a un obispo no religioso, se elevó a diócesis y se cambió la sede episcopal.

El Yúmari es la fiesta rarámuri en que se celebra la subida definitiva del alma del difunto a los cielos. Tres años antes había fallecido el obispo. En esa celebración en que pude estar, todo el pueblo indígena rarámuri celebraba que el obispo estaba definitivamente descansando junto a Dios.

En la ceremonia varias veces ya mencionada, el centro fue la misa en que los sacerdotes jesuitas y de otras congregaciones presidieron. Cuando llegó el momento de la homilía, después de las lecturas, me sorprendió ver que ninguno de los sacerdotes se dirigió al lugar de la palabra. Fueron los gobernadores de las distintas comunidades quienes tomaron la palabra para dirigirse a ellas. Antes de tomar la palabra exhibían el bastón de mando que había sido concedido por la propia comunidad. Una vez habían dicho sus palabras, lo entregaban y el siguiente gobernador hacía exactamente lo mismo. 

Nadie dirigía la palabra si no tenían bastón de mando. Nadie se apoderaba de él. Nadie lo pasaba a nadie, como si fuera de todos o como si fuera de alguien y pudiera dejárselo a alguien. El bastón pertenece a la comunidad. Ella lo entrega a la autoridad que decide. Y cuando concluye el tiempo del servicio lo regresa a su único y legítimo poseedor.

Desde hace ya varias semanas, en los medios de comunicación, se ha dado seguimiento a lo que el Presidente anunció respecto a la entrega del bastón de mando que había recibido hace años de los pueblos indígenas. En primer lugar, el Presidente no ha concluido su mandato. En segundo lugar, el bastón no es suyo, sino recibido de los auténticos poseedores del mismo. En tercer lugar, por lo anterior, no puede donárselo a nadie. En cuarto lugar, lo único que el Presidente puede hacer con el bastón de mando es regresárselo, agradecido, a las comunidades originarias.

Este fin de semana, Claudia Sheinbaum ha estado en Oaxaca y mientras dirigía su mensaje exhibía el bastón de mando de los pueblos indígenas oaxaqueños. No coincide el respeto que vi en los rarámuris en el uso del bastón de mando con el uso político que se está haciendo de este objeto cargado de autoridad en su auténtico sentido.

Los pueblos indígenas y originarios no han sido los mejor tratados en la historia mexicana. No son los mejor entendidos en sus tradiciones y costumbres. No han sido los más respetados con la propiedad y cuidado de sus tierras tradicionales heredadas de sus padres. Normalmente, en cualquier otra campaña política para conseguir la silla presidencial, los indígenas no eran muy nombrados ni tomados en cuenta. En esta ocasión, en un intento por tomarlos en cuenta de alguna manera, se fuerza el sentido de los símbolos que dichos pueblos tienen para emparentar a los candidatos, para nada indígenas, con las problemáticas de los pueblos originarios. De una u otra manera, los indígenas permanecen al margen del interés nacional y político. No son relevantes y eso están en lo profundo del sentir mexicano.

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