EN COYUCA DE CATALÁN, GUERRERO
Para rayar el bulbo necesitan de manos delicadas y finas, como las de los niños, de ahí obtienen la goma y las organizaciones criminales la procesan para tener las dosis de heroína.
Mientras se organizan e inicia el proceso de destrucción del plantío, Moreno dice que el soldado no se mete con el campesino. Han creado un vínculo de respeto mutuo. El militar entiende que el poblador no tiene la culpa, puesto que algunos de ellos son obligados por los cárteles o por la falta de recursos y empleo a sembrar, a arriesgarse.
Al llegar a lo más alto de los cerros, donde la punta se pierde entre la neblina, algunos resbalan por el lodo y se sostienen entre las ramas de árboles y arbustos para no caer al barranco.
A lo lejos, entre la estampa verde resalta una alfombra roja y rosa; los soldados han llegado al plantío que se encuentra en un piso inclinado.
El encargado de la misión da la instrucción de crear un perímetro de seguridad. La otra parte del pelotón saca machetes y comienza a limpiar el terreno; otros jalan desde raíz la amapola que da color al paisaje.
En menos de 20 minutos, el plantío del que las organizaciones criminales pudieron haber obtenido un kilo de goma, es arrancado y amontonado; la orden es prenderle fuego.
El pelotón se retira tras un mes de permanecer en el campamento, regresan a sus instalaciones militares, descansarán algunos días en casa y regresarán a la sierra en busca de más plantíos.
El miedo existe, es parte del trabajo diario en zonas donde operan cárteles, los mantiene alerta y dicen que el día que lo pierdan será más vulnerables.
Es el caso del sargento segundo de infantería, Santiago Ehuan Cruz, con 18 años de servicio. Podría retirarse, pero aún tiene más que aportar a la institución. “Le dije a mi esposa antes de salir que me iba a la sierra; el trabajo me da para darle una vida digna a ella y a mi hijo”, comenta.
Un campesino gana entre 14 mil y 20 mil pesos por el kilo de goma de opio, conforme lo van trasladando, sacando desde esa alejada zona serrana.
Su precio sube hasta alcanzar los 20 millones de pesos de ganancias por las 20 mil dosis de heroína que obtienen.
Los botones de flores, el oro rojo queda reducido a cenizas por ahora. Al dar por exitosa la misión en el punto que fue trazado e identificado con la tecnología del Ejército, los mandos al frente del convoy ordenan el regreso a la sede del batallón, en espera de que el área de inteligencia militar proporcionen los datos exactos para emprender una acción similar en otro punto de esa zona a la cual se le quiere arrancar el color de la sangre.