Un texto de Arthur Waley

TRÁFICO DE SUEÑOS

Los sueños pueden comprarse, venderse, robarse. El regente Masatoki tenía dos hijas que eran medio-hermanas. La menor soñó que el sol y la luna caían en su regazo. Al despertar se dijo: “Debo preguntarle a Masako el significado de mi sueño”. Masako era la hermana mayor, versada en la historia, la mitología y la interpretación de los sueños. Mientras oía el relato de su hermana, Masako pensaba: “Qué sueño más extraño. Y más extraño aún que no sea un hombre sino una mujer la que lo haya soñado”.
Masako sabía que la persona que soñase ese sueño estaba destinada a gobernar un día al Japón. Astuta y ambiciosa, decidió apoderarse del sueño y le dijo a su hermana: “¡Pobre de ti! Es un sueño infausto y terrible. Deberás deshacerte de él lo más pronto posible”. La otra contestó apenada: “¿Cómo se puede uno deshacer de un sueño?” “¡Véndelo!” respondió Masako. “Pero ¿quién va a querer comprar un sueño de mal agüero?” “yo te lo compraré”, dijo Masako. “¿Tú? ¿Y cómo podría yo resistir ver que sobre ti cae la desdicha que me está destinada?” “No te preocupes”, replicó Masako, “los sueños comprados pierden su maleficio”.
El precio del sueño fue un antiguo espejo chino. La hermana menor regresó a su habitación diciéndose: “¡Al fin lo tengo! Ya es mío ese espejo que tanto he deseado…” Sólo muchos años después, cuando Masako gobernó de facto al Japón (1220-1225), la hermana menor se dio cuenta de lo que había perdido al vender su sueño.

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