Familia Política
“Las ratas son las primeras en
abandonar el barco que se hunde”.
Tradición marinera
La semana pasada, la dirigencia del PRI en el Estado, me hizo una atenta invitación para integrarme a la Vocalía Ejecutiva del Grupo Plural en Hidalgo. Acepté sin reflexionar en la naturaleza, las funciones y mucho menos en la jerarquía de la propuesta. De buena o de mala fe, mis amigos, enemigos, similares y conexos, expresa o tácitamente, a manera de reproche, me hicieron repasar mi Currículum Vitae, para valorar la modestia de la comisión y preguntarme ¿por qué acepté? La respuesta es fácil, cuando el obligado ha pontificado dentro de su instituto político diciendo, como es mi caso: “Un cargo de partido jamás denigra”. Consideré el llamado, un requerimiento para pagar los bienes recibidos durante más de cincuenta años (Profesor de primaria, Director de Escuela de Educación Media Superior, Catedrático en el Tec de Pachuca y en la UAEH, Delegado Federal del CREA y del ISSSTE, Dirigente en distintas áreas del Comité Directivo Estatal y del Sector Popular, Delegado del CEN en diferentes estados de la República, Diputado local y federal, Subsecretario de Seguridad Pública y Secretario Ejecutivo del Consejo Estatal de la materia, Magistrado Presidente del Tribunal de Justicia Administrativa, del Poder Judicial del Estado …), siempre al amparo de la bandera tricolor.
De acuerdo con el artículo 41 de la Constitución General de la República, los partidos políticos son entidades de interés público… tienen como fines la participación del pueblo en la vida democrática: fomentar el principio de paridad de género, contribuir a la integración de los órganos de representación política y, como organizaciones ciudadanas, hacer posible su acceso al ejercicio del poder… Como se ve, el poder es el fin y los partidos, medios para alcanzarlo. Durante nueve décadas era prácticamente lo mismo: ganar una candidatura por el PRI, era puerta de acceso para arribar sin obstáculos a los diferentes cargos de elección popular. Los tiempos cambian; hoy por hoy, con todo el desprestigio a cuestas y con el repudio de los mismos que aplaudieron ayer, los priístas estamos prácticamente en retirada. Algunos con las arcas vacías, pero con dignidad y con la cara en alto; otros, con sus cuentas bancarias rebosantes y gran acumulación de inmuebles en el Registro Público de la Propiedad se van, aún así, se dicen indignados porque su partido los trató mal… En fin, cosas veredes Mío Cid.
En estos momentos, el fin y los medios son prácticamente lo mismo, pero se confunde la forma con el fondo; el PRI no nació, repito, como un partido político para luchar por el poder, sino como un gran frente nacional desde el poder legítimo que emanó de la violencia revolucionaria para pacificar al país y lograr un reparto equitativo de los bienes productos de la Revolución, la mayoría convertidos en instituciones. Decía Don Plutarco Elías Calles que “Con exceso, hasta la virtud es vicio”. Algunos hombres y mujeres de la Revolución actuaron con exceso y ahora pagamos todos las consecuencias.
Los despojos de un cadáver político siguen siendo botín de carroñeros, pero también digna bandera de lucha para volver a empezar.
Lo peor de alguien que se dedica a escribir, puede hacer, es hablar en primera persona; sin embargo, en ocasiones, no hacerlo es caer en un juego perverso. Antes se chantajeaba a los órganos de decisión partidista con la disyuntiva: “si no me das, me voy”; eso funcionó durante muchos procesos, ahora ya no: el PRI, en este momento no tiene nada qué dar; hay que recordar lo que nos dio y con el mínimo sentido de agradecimiento, actuar en consecuencia. En este momento me siento con la autoridad moral, casi al término de mi carrera política y de mi existencia física, para decir: bien o mal, gracias a mi Partido soy lo que soy; por lo menos, una historia.
Reitero: ¡No me voy a ir! No es tiempo de berrinches ni escenario de traiciones. El riesgo sigue estando enfrente, no dentro, con buena voluntad se puede observar más fácilmente.
Repito: respeto a todos los que se han ido, con reflexión o sin ella. Muchos van a volver y deben encontrar las puertas abiertas; lo peor que podemos hacer es cerrar los accesos a quienes vienen a reforzarnos, no a cortarnos la cabeza, aunque es el riesgo.
Amo y respeto a la política como actividad superior del hombre. Viví en su seno, sufrí los duros embates de la lucha; tal vez consciente o inconscientemente perjudiqué a alguien. Con toda humildad pido perdón. Seguiré viviendo de una, a mi juicio, merecida jubilación.
Sé que soy y seré objeto de crítica, pública y privada; jamás me molestaré si alguien ejerce su derecho a opinar sobre mi persona y mi larga trayectoria como servidor público.
Yo estoy aquí, en ejercicio de mi libre albedrío. Si un día me convenzo de que ya no debo estar; de que ya di todo lo que tenía… sin aspavientos, con discreción, me retiraré a mi pueblo, a la casa de mis padres, que sigue siendo la pobre morada donde nací, solo que llena de historia.