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La agujeta desatada

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Historias de Buró

En la esquina de una banqueta va y se sienta un pequeño de siete años, viste un pantalón azul zancón y roto, la playera amarillenta y manchada como la de un mecánico, sus zapatos viejos y desgastados y aquel pequeño rostro delatan la situación económica por la que atraviesa;  desesperado saca el contenido de una bolsa que parece ser una torta a medio comer, no importa que tenga las manos sucias, para él no hay higiene que pueda más que el hambre.
A un lado de él una señora vende dulces, cigarros y refrescos para los pasantes que van acelerados a sus destinos, lleva toda la mañana sentada y su hijo que ha salido a vender chicles en los semáforos no ha llegado, tiene hambre, quiere ir al baño y está desesperada de estar sentada sobre el duro suelo de un negocio.
Un tipo de traje pasa y compra un cigarrillo, sin mostrar una sonrisa paga el producto y espera el cambio, lleva prisa y la mujer no se apresura lo que lo pone de mal humor y desesperado, camina a la esquina donde está el pequeño y suelta en el suelo las monedas que recién le han dado.
Sorprendido, el niño corre a recogerlas, algunas han caído sobre la carretera y se apresura a alcanzarlas, lleva una agujeta desatada y tropieza con ella, cae sobre el carril donde aceleradamente pasan los vehículos.
La señora asustada corre para alcanzar al infante sin importarle que con su brusquedad haya tirado su mercancía que ahora está por todo el suelo, un conductor alcanza a ver la escena y se detiene, frena a unos centímetros de ellos.
El tipo de traje a unos metros encendía su cigarro, justo cuando atraviesa la avenida voltea asustado por el ruido que se ha provocado a su espalda sin percatarse que otro carro se aproxima hacia él rápidamente. Lo golpea y avienta hasta el otro extremo de la calle. Cuando cae ya está muerto y el mundo se detiene por un instante.