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Busco una respuesta…

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Busco una respuesta…

Pido la palabra 

  • Los seres humanos somos tan contradictorios, y por ello nuestra inseguridad nos motiva a olvidar

¿Por qué permitimos que líderes sindicales o políticos nos sigan manipulando?; ¿por qué seguimos creyendo en candidatos que campaña tras campaña utilizan las mismas promesas que, sabemos, no cumplirán?; ¿Será acaso el vacío de metas propias la que nos lleva a tratar de conseguir las ajenas?; o ¿tal vez nos sentimos vulnerables y buscamos el apoyo de aquellos que se apoyaron en nosotros para fundamentar y justificar su fuerza?; ¿será nuestra necesidad de identidad con otros que sufren de las mismas confusiones y desconocimientos de nuestros potenciales?; ¿será el miedo lo que nos lleva a esa resistencia a un cambio que nos guíe al camino de formación de nuestro propio destino?

No lo sé, los seres humanos somos tan contradictorios, y por ello nuestra inseguridad nos motiva a olvidar; olvidamos que, metafóricamente, nos han escupido en la cara que somos hijos de la pobreza insultante para la socialité; olvidamos que para los Partidos Políticos solamente somos carne de elección; olvidamos que la fuerza de un País reside en la gente ávida de ser y comportarse con actitud propositiva; olvidamos, citando a Víctor Manuel Otero, que cada día que amanece, la vida vuelve a comenzar.

Busco una respuesta a nuestros miedos, y solo atino a contestar que ellos son el producto de nuestra ignorancia; ignoramos nuestro potencial; ignoramos nuestra capacidad de organización; ignoramos que, si nos lo proponemos, dejaremos de ignorar; pero no, la mayoría preferimos evadir la respuesta, nos apoltronamos en nuestra zona de confort, nos escondemos en la comodidad del conformismo y engañamos a nuestra mediocridad con sueños ajenos.

Muchas suelas serán gastadas en los distintos procesos electorales; muchos zapatos ya han sido gastados en tantos años de esperanza sucumbida; y seguimos, por miedo o comodidad, abrazando a los tuertos grandilocuentes que aspiran al reinado de la falacia; disfraces de oveja con los que devorarán el poco ánimo que nos queda.

Grotescamente se venderán como los candidatos de la amistad, de la educación, de la vida eterna, y luego terminarán humillando a los engañados electores; ya lo hemos visto, se dicen nuestros “representantes ante la más alta tribuna del país”, se sienten “funcionarios” públicos con privilegios, y luego en un alarde de déspotas que no tienen nada de ilustrados y sí mucho de paranoicos, se victimizan con la bandera de la persecución política; y al final del día, se nos olvida, todo se nos olvida, o en el mejor de los casos, convertimos en anécdota los desplantes vergonzosos que los sacó del anonimato temporal, y volvemos a caer, y el nuevo día de la esperanza vuelve a comenzar en un círculo vicioso aunque de suyo indeterminado, ¿por cuánto tiempo?.

¿Quién me explica nuestro afán de autoengaño?, ¿Quién me explica la candidez de niños con la que parece que nos miran los profesionales de la ficción? Cualquier respuesta que recibamos siempre será incompleta por especulativa; por ello, establezcamos que nadie tiene derecho a robarnos nuestra sonrisa; y a nadie le permitamos que vulnere nuestra inagotable fuente de creer, de confiar, porque ella, tarde o temprano la usaremos a nuestro favor, y entonces pondremos las cosas en su exacta dimensión.

Hoy, todo lo convertimos en conflicto mediático si conviene a los hilos de la política, esa política que nuestro miedo nos lleva a no cuestionar más allá de lo que conviene a las plataformas partidistas que nos endilgan y nosotros las saboreamos como nuestras.

¡Dejemos ya ese sueño de los inocentes! Pues al despertar nos daremos cuenta que la respuesta hoy buscada, está en todos y cada uno de nosotros; no la encontraremos en las eternas promesas electorales, no la encontraremos en la cómoda evasión de la responsabilidad; no la encontraremos en la permanente fe quebrantada; nosotros, solo nosotros sabremos dar la respuesta a la forma de vida que queremos, es decir, seguir viviendo en el engaño, o poner un alto a los que viven de nuestros miedos y apatía.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está