PEDAZOS DE VIDA

PEDAZOS DE VIDA

Ruega por ella 

En la familia, todos decían que la tía Chelita se había quedado sin lágrimas para llorar, que cuando murió la abuela tardó seis meses en volver a hablar, que si no hubiera sido porque mi primo se puso grave y tuvo que hacer de todo para que le salvaran la vida en el hospital, hoy seguiría muda. Todos dicen que ya no fue la misma, su semblante se hizo de piedra y les costaba mucho trabajo saber si estaba de buenas o de malas, así era ella. 

Cuando yo nací la abuela ya no estaba y de la tía Chelita apenas recuerdo una cruz que cargaba en el pecho, misma que tenía una rosa roja cuyo centro era de piedra o cristal. La recuerdo con cabello recogido y con un carácter fuerte, me daba mucho miedo y realmente no sabía por qué, no recuerdo su sonrisa pero según cuentan en la familia, su felicidad se notaba en el brillo de sus ojos, no en las comisuras de su boca. 

En su vida no faltaron momentos para llorar, ni cuando regresó el tío Salomé de los Estados Unidos tras años de ausencia, ni cuando murió el abuelo, pero la tía se mantuvo firme, en el caso del abuelo, estuvo de pie junto a la caja, recibía las condolencias y recibía  a los dolientes, se hizo cargo del papeleo y también de la comida que se daba en los rezos, despidió al abuelo abrazando a sus hermanos pero no derramó ni una sola lágrima. Sus ojos se apagaron como nunca y su cuerpo absorbió el dolor de una forma diferente e hizo notorio el mal ante todos los que la vieron en esos momentos.

Poco se decía de la tía Chelita, pero lo que todos recuerdan es que no tuvo más lágrimas para llorar, que el dolor se convirtió en silencio y la carcomió por dentro, que fue una olla exprés que nunca se abrió y que tampoco explotó. Que el único momento en el que se le vio soltar una lágrima fue en su propio funeral, cuando el gesto de la cara le cambió de un momento a otro y de sus ojos brotaron pequeñas lágrimas que escurrieron por su cabeza, quizá hasta ese momento la abuela la había perdonado, aunque la familia dice que ella no fue la que la mató, la culpa había sido tan grande que solo con la muerte pudo dejar de cargarla. 

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