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Forman parte de ese 20% de venezolanos que aún respaldan a Maduro y que creen que pueden ganar unas presidenciales
En las elecciones parlamentarias de diciembre en Venezuela, la oposición arrasó en la Gran Caracas y se llevó casi todos los escaños, incluso en sectores históricos identificados con tendencia chavista: Catia, El Valle, Antímano y 23 de Enero, bastión donde reposan los restos del fallecido Hugo Chávez. El Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) perdió 2,3 millones de votos. Los análisis de este fenómeno hablan de que esos votantes se trasladaron a la oposición, como voto castigo al mal manejo del país.
A partir de ese momento, el presidente Nicolás Maduro -denominado hijo de Chávez- comenzó a tener a la opinión pública en su contra con mayor fuerza. El primer semestre del año se le convirtió en un tsunami de problemas que incrementaron la crisis económica.
Aproximadamente 20% de la población aún confía en el presidente y casi todos los estudios coinciden en que esa confianza es expresada por los fieles a la revolución, quienes se inclinan por Maduro porque simboliza lo que dejó Hugo Chávez
Muchos ciudadanos tienen la sensación de que Maduro ha ido destruyendo el legado del fallecido Chávez
El liderazgo de Chávez se convirtió en fervor religioso, como demuestran los innumerables murales, banderas y camisetas con su rostro estampado que se pueden encontrar en cualquier pared del territorio venezolano. La diferencia entre ambos líderes es del cielo a la tierra.
Al recorrer las largas filas que se forman diariamente en cualquier rincón del país llama la atención que, pese a las lamentaciones, muchos ciudadanos repiten esta frase: «Soy chavista, pero no madurista». Es decir, que la gente sigue siendo fiel al desaparecido comandante y reconoce que dio su voto a Maduro «por amor a Chávez».