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Volver a las instituciones

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Volver a las instituciones

RETRATOS HABLADOS

Todo es inédito en la política hidalguense, y lo es tanto, que empezamos a creer que es parte de una “normalidad”, que siempre ha existido, pero nos habíamos negado a ver y reconocer.

Hidalgo, como un pequeño laboratorio para observar lo que pasa a nivel nacional, resulta aleccionador, porque nos dibuja una pelea a muerte por los restos de un instituto político como el PRI, que pretendía vivir una agonía digna, pero que se ha transformado en una disputa por sus despojos a manos de sus hijos, que se acusan mutuamente de ser responsables de alta traición.

Sin un “padre”, papel que representó por décadas y décadas el presidente de la República, el otrora partido invencible no solo ha probado la derrota en la elección presidencial, sino el desmantelamiento realizado a su interior, no solo a cargo de los que ya se fueron, sino de los que se quedaron.

No hay inocentes en esta historia, porque la obediencia a tradiciones no escritas, así como lealtad y disciplina, se evaporaron al primer contacto con una realidad adversa, y con un jefe de la Nación surgido de sus propias filas, que decidió llevar hasta los límites de la obsesión, un paso obligatorio a cumplir, si no quería ver minada su figura, su papel histórico en el cambio del escenario político del país.

Esta obsesión tiene que ver con el aniquilamiento de su principal competidor en el pasado reciente. Aniquilamiento que impida su eventual recuperación, su reingreso a la competencia. Andrés Manuel López Obrador no ha dejado una sola rendija por donde pudiera entrar el priismo, y sí en cambio, abrió de par en par las puertas por donde ya se esfumó esa posibilidad, al menos durante los próximos tres sexenios.

El Revolucionario Institucional en Hidalgo, ilustra con maestría absoluta, la cancelación del partido y su historia, para centrarse en dos figuras, dos personajes que decidieron no darse tregua en la tarea de mostrar y demostrar a sus seguidores quién posee más poder en los hechos.

Lejos está la idea de que las personas pasan, pero las instituciones quedan, porque aquí se ha demostrado lo contrario, y con todo y la práctica del discurso casi de infantes, en que una afirma que la renuncia de todos sus diputados locales, un buen número de alcaldes y regidores, “ni le dolió”, el hecho es que el tricolor está inmerso en una espiral sin retorno hacia la perdición.

No hay, no puede haber triunfadores en esta lucha, de la que todavía se esperan más capítulos, porque lo que se aniquila no es el futuro de uno de los dos personajes. Se aniquila de manera definitiva, y no pocos dirán que, con absoluta razón, el partido más poderoso que haya tenido Hidalgo y el país.

Y es que, en un juicio razonable, nadie podría afirmar que el PRI solo trajo desgracias a una nación y a una entidad como la nuestra. Eso es absurdo y lo saben. Igual que el régimen del presidente López Obrador, no puede ser clasificado como un fracaso absoluto, y que ninguna de sus acciones ha funcionado. Eso también es absurdo y lo saben.

Ningún país puede sostener su futuro político, económico y social, en una figura humana, por muy exitoso que pueda resultar, por muy querido y admirado. 

A un país lo sostienen las instituciones, que son mejorables, pero también atemporales. Que no están al gusto del poderoso en turno. Que al paso de los años deja de ser “creación” de este o aquel personaje. Que se convierten en estructura indestructible, incluso a pesar del que gobierna y pierde la brújula de la razón.

El Revolucionario Institucional, o lo que surja de esta pugna interminable, deberá impulsar el proceso de retorno, no a un pasado ignominioso, sí al que tiene como base lo mejor de su historia, que siempre debe estar obligado a desechar lo malo y patético.

Es el camino. Aunque para muchos ya es tarde… muy tarde.

Mil gracias, hasta mañana.

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