Home Nuestra Palabra Javier Peralta Ya nada nos espanta ni sorprende

Ya nada nos espanta ni sorprende

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Ya nada nos espanta ni sorprende

LAGUNA DE VOCES

La brutal cantidad de muertos, unos ejecutados, otros ajusticiados, dejó de extrañar a la población de ese país, porque a esos ejecutores sanguinarios siguió un virus que se instaló más de dos años en el suelo patrio hasta arrasar con miles y miles, pero también nos acostumbramos a que esas cosas pasaran, porque la muerte finalmente es una conclusión lógica de la vida; y, aunque algún tiempo cargamos contra un médico hablantín que caía con frecuencia en el estilo cantinflesco al decir, con brillante ornamentación, “los que van a morir, van a morir; los que no van a morir, no van a morir”, regresamos a la creencia de que nada podría sorprendernos. Después de todo algo representa reír ante un comediante que ocupó espacios estelares en todos los medios de información. Sobrevivimos, es un decir, pero los que se quedaron aumentaron aún más su capacidad de no extrañarse ante nada.

Ahora los calores, las temperaturas que solo como adelanto del infierno se entienden, y pese a que ya corren versiones insistentes sobre la posibilidad de que cada año, a partir del presente, la temperatura suba un grado, hasta llegar a alguno de los círculos que Dante describe, la verdad es poco digno de creerse semejantes mentiras, y si son verdad, pues que sean verdad. Después de todo, los que no nos fuimos, sabemos que todo seguirá igual, no, todo seguirá peor sin que haya un tope para tanta bárbara realidad.

Así que, padecida y sepultada la esperanza en una vida mejor, desde hace bastantes mañanas, nos levantamos con la esperanza de que el sol no se hinche y reviente en el firmamento, y quién sabe si con eso soltaríamos una exclamación que atravesara el universo interno, hasta instalarse en el origen mismo de las cosas. Pero no es así, ya nunca será así, porque de sobrevivientes solo tenemos el nombre, y a fuerza de sobrevivir a tanta miseria y dolor, sabemos que estamos difuntos, casi calaveras que caminan.

La vida, la incapacidad para morir, nos ha convertido en todo, menos en los que levanten los ojos y griten que, igual al Scrooge de Dickens, prometen celebrar no solo en diciembre, sino todo el año, cada mes, cada semana y día, la Navidad, es decir la vida, es decir el agradecimiento por no haberse sumado a la colección de difuntos.

Porque mañana mismo podrían anunciar el arribo de naves extraterrestres, y seguramente ninguna exclamación, ninguna sorpresa que nos hiciera abrir los ojos, aterrorizarnos, decirnos intrigados, espantados.

Subimos a un tobogán de la indiferencia, porque simplemente fuimos vacunados no contra un virus, sino contra lo que nutre la existencia humana, que se supone es la absoluta y necesitada indignación.

Por eso aguantamos todo, porque todo no es ajeno.

Y ya nada volverá a ser como antes.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta