De tiempo y paciencia

De tiempo y paciencia

El Mercadólogo

  • Existen muchos otros ejemplos de cómo necesitamos resolver, casi de manera inmediata, muchas de nuestras necesidades

Hace muchos años, allá por 1977, en el trabajo de mi papá, seleccionaron a unos cuantos para mandarlos a Alemania durante tres meses para capacitarlos. Hace poco me contó mi tío, su hermano menor, que, como en Alemania no tenían manera de seguir los resultados del fútbol mexicano, y en esa época ni siquiera nos podíamos imaginar internet en nuestras vidas, él todos los lunes le mandaba los recortes de periódico con los resultados, la tabla de clasificación y lo más relevante.

Cuando llegaban estas cartas a su destino, varias semanas después, mi papá era el más popular entre sus compañeros. Se arremolinaban alrededor de él para enterarse de cómo había quedado su equipo favorito, cómo iba en la clasificación, si tenía aún posibilidades de ser campeón o si había librado el descenso.

Es curioso cómo ha cambiado nuestra vida en unos cuantos años. Lo dice uno que, para conectarse a internet, tenía que bloquear la línea telefónica de casa, con el consiguiente regaño paterno cuando le surgía la necesidad de realizar una llamada. Por eso, lo normal era conectarse por la noche, a una hora en la que era muy poco probable que alguien tuviera que utilizar el teléfono. No solo eso, también teníamos que esperar para que cargara cada página que visitábamos, y ni hablar de cuando descargábamos algún documento. Podían pasar días enteros; y algunas veces, si tocabas algo, volvía a comenzar el proceso.

Pero eso ya no sucede: en la actualidad, llevamos un dispositivo en nuestro bolsillo que nos resuelve cualquier duda en cualquier lugar; no tenemos que esperar a que se descarguen documentos, porque lo hacen en cuestión de segundos. Esta necesidad de tenerlo todo en el momento la hemos trasladado a nuestra vida cotidiana. Ya hace tiempo que los restaurantes de comida rápida se han expandido por nuestras ciudades, por ejemplo.

Existen muchos otros ejemplos de cómo necesitamos resolver, casi de manera inmediata, muchas de nuestras necesidades. Así, se ha formado una sociedad con necesidades instantáneas, que tienen que ser resueltas en el momento, lo que ha obligado a las empresas a adaptarse y tener una respuesta lo más rápida posible. Es cierto que, en algunos campos, era necesario, y sigue siendo, impulsar este sentido de urgencia, como cuando tenemos que realizar trámites, pero en otros, llegamos a rozar el absurdo.

Pagamos un extra por un servicio en el que nuestras compras nos llegan al día siguiente de haberlas realizado, incluso a veces el mismo día. Queremos que nos puedan atender un sábado, domingo, festivo, por la noche, de madrugada, y cuando haga falta, para resolvernos cualquier problema que tengamos. Con estas prisas, estamos perdiendo la capacidad de esperar, de tener paciencia, de saber que algunas cosas requieren su tiempo.

Hace poco surgió un movimiento llamado Slow movement, que reivindica ese tomarse el tiempo para realizar nuestras actividades: salir de la vorágine de la rutina diaria, de las prisas, de necesitar todo para ayer, y disfrutar de actividades que requieren paciencia. Esta filosofía Slow propone, además, respetar los tiempos de los demás. Así, reivindica el derecho de los trabajadores a tener un día de descanso, aunque esto implique que todos los comercios cierren los domingos, y nos veamos obligados a realizar nuestras compras un día más tarde.

Es difícil, dadas las circunstancias de la sociedad en que vivimos, implantar esta forma de pensar en nuestras rutinas, pero sí puede ser sano, de vez en cuando, parar un poco, intentar salir de la vorágine, ver las cosas con perspectiva y tomar aire, para luego volver con más fuerzas.

Related posts