
El Faro
Días atrás terminé de leer el libro con el que Javier Moro ganó el premio Planeta del año 2011. Su título es: “El imperio eres tú”. El personaje central es el primer emperador de Brasil. La época histórica en la que se desarrolla la narración y en la que transcurrió la vida del emperador fue a finales del siglo XVIII y primera mitad del XIX. Las corrientes monárquicas y liberales se debatían fuertemente en el concierto europeo y americano.
En Portugal, a la luz de la Constitución liberal de 1812 firmada en Cádiz, se expulsa a la familia real absoluta. Salen de urgencia en varios barcos hacia la más grande de todas sus colonias: Brasil. El trayecto, el establecimiento, la separación de las demás cortes reales europeas, las huellas aún frescas de las tropas napoleónicas son elementos integrantes de la trama real y novelesca.
De entre todo el contexto, poco a poco, va destacando la figura de Pedro de Braganza y, posteriormente, la figura de su esposa austriaca, Leopoldina. Su temperamento va arrasando progresivamente, de manera impetuosa, nerviosa, polarizada, contradictoria con cuantos personajes se cruzan en su vida. También él mismo será víctima de su propia manera de ser.
En la página 468, de la edición de la editorial Planeta escribe lo siguiente: “En teoría era constitucional -creía firmemente en ello-, pero en la práctica se comportaba como un déspota. Había sido capaz de ganar la independencia, pero se mostraba incapaz de consolidar el sistema de monarquía constitucional. Era bueno en la adversidad y en la batalla, no estaba hecho para construir la paz. Necesitaba la emoción de las grandes gestas, sentir el gusanillo del peligro porque eso le hacía sentirse vivo. La vida monótona de un gabinete ministerial en un régimen constitucionalista, le aburría solemnemente. Y de ahí su tendencia natural a sabotearlos”.
Pero esta columna no tiene la intención de convertirse en un escrito destinado a recensiones de libros, que no estaría mal. Por algún extraño motivo, que no es el caso detallarlo, me resultó algo parecido a lo que quizá pudiera estarnos pasando actualmente en nuestro país.
Decisiones aceleradas, direcciones contradictorias, admiración del pueblo, control del sistema político, liberalismo y conservadurismo, sed de justicia, liderazgo apocalíptico, ejercicio de poder, conocimiento del territorio nacional, caprichos infantiles, verbo edulcorante, dinamismo incansable, búsqueda de coherencia ejemplar y permanente, pugna constante con enemigos reales y creados, disenso con la prensa, sentido elevado del deber, especialista en las calles, no muy ducho para crear estructuras nuevas…
No entiendo muy bien el por qué, no me acusen de ello, pero ciertas similitudes me parecen descubrir entre el texto de Javier Moro y las líneas inmediatamente escritas arriba del presente párrafo. Denomínenme demente si gustan, pero, aunque nunca haya pisado un monarca extraño los terrenos mexicanos para ejercer su soberanía, no parece que estemos muy lejos de un temperamento similar al del protagonista de la novela. ¿Será el caso de que tengamos entre nosotros un remedo de Pedro I en México?