Poderoso caballero…

Poderoso caballero…

Familia política 

“Cojo desde recién nacido, miope desde niño, inteligentísimo, ingenioso, mordaz, misántropo y misógino, muy formado y cultivado, destacó como autor desde muy joven. Compitió por la supremacía literaria con sus mejores coetáneos, combatió a todos con su acerada pluma, especialmente a Lope de Vega y a Góngora… Se metió con todos, combatió con sus armas literarias a todos. Dotado como nadie para la sátira y la poesía burlesca, dirigió sus dardos tanto a las personas como a la clase política de su tiempo en general, del rey abajo todos, incluido el propio rey, lo que le valió enemistades y destierros.

Como poeta, Quevedo también es un universo poliédrico, capaz de hacer los versos de amor más primorosos y sutiles de nuestras letras y al tiempo los más procaces; los más sentidos y líricos y los más burlescos y paródicos”.

Con las letras anteriores, el periodista y filólogo de nuestro tiempo, el español Arsenio Escolar, describe la figura de una de las plumas más prominentes del Siglo de Oro. 

En sus “Aventuras del Capitán Alatriste”, Arturo Pérez Reverte, retrata de manera sabrosa las contiendas que se daban tras bambalinas, los monstruos sagrados del teatro y la poesía de aquella época. Los corrales de comedias eran escenario propicio para heroicos lances que tenían como armas las plumas o las espadas. Sin duda, la bélica presencia de Lope de Vega, junto a la erudita pluma de Luis de Góngora y Argote, sin olvidar el aguerrido teatro y el verso del inmortal Quevedo, llenaban los escenarios culturales y periodísticos de aquella España.

Detrás de cada esquina, en el centro de cualquier taberna o en el callejón oscuro menos pensado, se dirimían controversias entre los escritores y/o sus partidarios quienes, con el apoyo o antipatía de la autoridad en turno, hacían las delicias de los teatrófilos y amantes de la poesía, quienes defendían o denigraban a sus autores predilectos, aún a riesgo de sus vidas.

Con estos recuerdos, por pura casualidad se atravesó en mi agenda la figura contrahecha pero recia de “El Diablo Cojuelo” con sus sarcásticas letrillas, todas terminadas con el estribillo “Poderoso caballero es don dinero”.

Confieso que era mi intención comprender las constantes metamorfosis que se dan en nuestra sociedad, la cual engendra personajes que cualquier observador apuesta que llegaron al mundo solo para nutrir las filas de los limosneros. Pero ¡Oh sorpresa! un alto porcentaje de aquéllos que nacen, al parecer, condenados a un estrepitoso fracaso existencial, salen de su precaria circunstancia y, además, lo hacen esgrimiendo como señales de triunfo, éxitos no solo económicos, también académicos, laborales, etcétera, etcétera, etcétera.

Sin duda, alguno de estos personajes que tuvo una infancia desdichada, ausente de cariño, totalmente carente de oportunidades, un día logra generar fortuna impresionante, sin que su historial académico vaya más allá del sexto año de primaria. Es verdaderamente admirable cómo varios de estos elegidos, después de salir de su pueblo maltrechos y humillados, regresan a él con los lauros del triunfo sobre su frente. Entonces, aquéllos que solamente les dieron humillaciones en sus tiempos de miseria, de pronto buscan al triunfador y hasta lo hacen su compadre: “Poderoso caballero es don dinero”.

Hay quienes, después de superar situaciones verdaderamente difíciles; de miles de peripecias y sufrimientos… un día se ven envueltos con las mieles del éxito y consecuentemente, con abultada cartera que los hace recordar con rencor lo que vivieron, o se nutren de un sentimiento de gratitud hacia los escasos seres que los ayudaron. Así suelen darse grandes mecenazgos, pues un triunfador agradecido suele ser generador de oportunidades en favor de sus paisanos o familiares; desde luego, el trato no vuelve a ser el mismo: “Poderoso caballero es don dinero”.

Se dan también los casos contrarios: cuando el triunfador de ahora no olvida sus fracasos de ayer, mucho menos a los culpables de un maltrato o una actitud discriminatoria. Entonces, se dan terribles acciones de venganza, generalmente exitosas. No es lo mismo la debilidad de ayer, que la opulencia de hoy. “Poderoso caballero es don dinero”.

Un aspecto más que, en lo personal, me parece admirable: Habemos sujetos a quienes no nos sonríe jamás la diosa de la fortuna; vivimos en la modesta medianía que a nuestro salario corresponde, como lo pregonaba Don Benito Juárez. Repito: lo admirable es de qué manera, alguien se acostumbra a caer y a levantarse, lo hace sin temor al derrumbe definitivo. Desde luego, su condición siempre será mejor que aquella en la que vivía antes de aprender a levantarse. “Poderoso caballero es don dinero”.

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