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El Faro
Los países africanos han vivido, cuando menos desde la colonia, en una inestabilidad sobresaliente. Han tenido que acomodarse a múltiples factores que han removido su manera de vivir: organización social y política distinta, sistema económico diferente, circunscripciones geográficas realizadas sin tomar en cuenta la historia ni las etnias… Todas ellas, surgidas principalmente el siglo pasado, han convertido a la tierra africana en un polvorín que regularmente tiene sus propias explosiones de violencia, hambre, muertes e injusticias.
En la actualidad, Sudán es el país que tiene más atención de la prensa por la lucha armada que se libra en su territorio. Desde que en 2019 se diera un golpe militar, se han estado enfrentando dos facciones del ejército que arrasan con la vida pacífica de los pobladores sudaneses. El ambiente de violencia y agresión se ha acrecentado en la última semana y ha empujado a que los ciudadanos de otras naciones tengan que salir a sus países de origen para estar seguros.
El domingo pasado, ya de noche, se anunció que varios mexicanos que vivían en Sudán habían salido en una expedición organizada por la delegación española, la cual había sido arropada por 200 militares que daban certeza y seguridad a la aeronave que estaba evacuando a los civiles. El secretario de exteriores mexicano, agradeció públicamente a su par español por haber compartido la infraestructura de expatriación en beneficio de los ciudadanos mexicanos.
Esta noticia, que se puede leer sin dificultad en los periódicos puede contrastar con las noticias que hace semanas se fueron publicando sobre el tema Iberdrola. Ya se ha tocado someramente el tema en esta columna. Sin embargo, en estos momentos, no es lo que nos interesa resaltar. A raíz de la cooperación entre ambas naciones en el caso sudanés, el resultado es el beneficio de los ciudadanos. Esto es lo que nos llama la atención de lo que se vivió días atrás en la operación de Sudán.
Los problemas que acucian al mundo son sumamente complejos y muchos de ellos son globales. No se tratan de situaciones que afecten solamente a una parte de los países, sino que las consecuencias nos alcanzan a todos, prescindiendo de quién origina los fenómenos o quién es más responsable. Esto nos debe ir convenciendo de que la mejor manera que tenemos todos de afrontar dichos problemas es dándonos la mano unos a otros.
La cooperación, prácticamente, se presenta como la mejor manera para sacar el mayor beneficio de las acciones que se acuerden para resolver las dificultades que impiden y retrasan el desarrollo justo y sostenible. Unir fuerzas y no separar esfuerzos, parece el camino más lógico para que con el menor nivel de recursos se consigan los mejores resultados.
Si con Iberdrola se habló de la presencia colonizadora y conquistadora de España en México, ¿se tendrá que hablar ahora del espíritu generoso y de cooperación del estado español? Quizá sea mejor no agudizar conscientemente las diferencias y centrar esfuerzos e inteligencia para que el apoyo entre todos nos lleve a todos a un mejor destino que disfrutemos todos. Sentirse necesitados, ser valientes para pedir ayuda, ser inteligentes para escuchar a los demás, fortalecer la capacidad de trabajar en colaborativamente se convierte en el marco de la cooperación en habilidades imprescindibles a desarrollar entre todos. ¿No será mejor así?