
PEDAZOS DE VIDA
Al despertar todo fue diferente. No estaba en su casa, aunque no estaba segura de no estarlo. No recordaba su casa pero sabía que este lugar no era. La cama que tanto había soñado y el tocador que varias ocasiones envidió a la casa de los Magritte estaba ahí, junto a ella, con el perfume, el polvo de arroz y otros envases que sólo pueden verse juntos en castillos, convertidos en museo o casas de reliquias.
A pesar de la comodidad, su mente y espíritu no estaba tranquilo, preguntaba en los pasillos y la servidumbre le afirmaba que estaba en su casa, que era ahí donde vivía y donde había vivido siempre; sin embargo, ella sentía esa inquietud en su corazón, se sentía ajena al momento, así que sin más, comenzó a dormir.
Su casa era modesta, con una cama común en la que se notaba el hueco conformado por años de reposo en la misma posición, una cama sencilla sin tocador apenas un gabinete en donde entre la ropa podía acomodar un bote de desodorante y un perfume de catálogo pagado en abonos, el pedazo de espejo que colgaba en la pared era una muestra de la última pelea que hubo en la recámara, y todo eso no estaba en el cuarto en donde hace unos momentos había despertado.
El hospital psiquiátrico tenía una nueva paciente que buscaba sin cesar su casa, una habitación que había construido despúes del asesinato cometido, un lugar que no estaba ahí pero que a cada despertar añoraba, no se supieron las causas, todo parece indicar que hubo una discusión y que tras esta, cuatro cadáveres estaban en el pequeño cuarto que funcionaba como recámara comedor y cocina, afuera estaba una mujer que no sabía dónde estaba.