
RETRATOS HABLADOS
Espero que haya tiempo para poder observar el reencuentro del ejercicio político con la buena voluntad de dar con los caminos comunes, y abrir la ruta hacia otro ciclo en la historia del país y dejar en el olvido la necedad de querer imponer uno solo; porque el hecho sustancial es que para llegar a cualquier lado se necesita la conjunción de muchos puntos de vista, la posibilidad de acordar el mejor sendero que nos conduzca a un destino. Es muy probable que en esa tarea de los consensos no se llegue a ninguna parte, pero al final de cuentas, descubrimos, con bastante regularidad, que ni la imposición, ni los acuerdos, conducen a lado alguno.
Siempre es una constante conocer a las personas más valiosas en el camino, y pocas veces en el destino. Parece un juego de palabras, pero resulta verdad cuando nos hacemos viejos, y de repente una mañana nos despertamos con la certeza de que no puede haber nada más interesante que recuperar la capacidad de escuchar al semejante.
Y en ese terreno no hay ningún tipo de selección o garantía de que el más hablador, el más leído y escribido pueda aportar más que el que es silencioso y ha vivido, sobre todo ha vivido.
Por eso siempre se duda de los que un día se presentan con las nuevas tablas de la ley; sino divinas de origen, sí convertidas en divinas porque soluciona todo, absolutamente todo. Sabemos que no es así, pero a veces es tanta la desesperación de no dar pie con bola, que decidimos apostar el resto al que argumenta ser el único y cierto. No, no lo es, y nunca lo será.
Pero apostamos
Y surgen movimientos revolucionarios, transformadores, reivindicadores y, por supuesto, justicieros, que eso sí, hacen justicia a diestra y siniestra, que con bastante regularidad tienen que ver con la destrucción de todo el pasado, lejano o cercano, para dar vida a una sociedad toda nueva, reluciente, transparente, que al poco tiempo queda igual de sucia y opaca.
A lo mejor de veras es la historia eterna de la humanidad, que necesita de su renovación, de una catarsis tan fuerte, que prefiere no dejar nada a la interpretación. Si se parte de cero, lo que se logre será avance, en una lógica simple y primitiva. Pero así funcionan las cosas.
Nadie puede reclamarle al que inaugura una nueva sociedad, porque el primer paso es que no haya modo de comparaciones, que no exista ningún elemento anterior que pueda permitir esa acción. Luego entonces cualquier avance servirá para argumentar triunfos.
Así ha sido, así tal vez será, y así nos irá de nueva cuenta.
Por eso la necesidad de recuperar la capacidad para las coincidencias, no las conveniencias. Coincidir implica reconocer el camino recorrido y también, por supuesto, valorarlo para saber qué tanto fue bueno y qué tanto malo.
Es la única forma y posibilidad de que se terminen los ciclos, que no haya nunca más iluminados o cosas por el estilo.
A la sociedad no le gusta que así sea.
Porque siempre urgen las limpias, las purgas, los sacrificios espectaculares.
Pero en términos reales han sido esos momentos, los de las coincidencias, diminutos, escasos, los que han permitido a una civilización como la nuestra, no quedarse en los tiempos antediluvianos y caminar de a poquito, pero caminar.
Y de paso evitar la destrucción de lo que se ponga al paso del que promete todo, pero con el único objetivo de que nunca haya puntos de comparación.
Mil gracias, hasta mañana.
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