
La carta tiene un sentido más intimista que los mensajes por twitter o por whats, por ello escogí hoy este medio tan lejano en el tiempo, tan antiguo para muchos, pero tan personal.
Y como antes se escribía en las cartas, te digo lo siguiente: Me dirijo a ti, hermano, sabiendo que estás en un inmejorable sitio en compañía de tu hermoso hijito, quien te recibió a tu llegada. Hace apenas cinco días que te dejamos en el campo santo y los miembros de tu familia aún no creemos que no volveremos a escuchar tu voz o leer tus pensamientos.
Ese día al abandonar el lugar, pensé en la soledad de los muertos, y coincidimos tu hija Aurora y yo en que nos reconfortó saber que no estabas solo, sino que estabas acompañado por tu hijo que se fue con Dios desde bebé.
Nadie puede obviar la falta de claridad cuando se va una estrella, no podemos dejar de pensar en ti hermano y seguramente no lo haremos nunca. A mucha gente le hablaste de estrellas, de firmamentos que sólo tú sabías pintar con tus palabras. Y tu fe era mucha en Dios el Salvador del mundo.
Alguna vez te pregunté cómo se hacía para tener mucha fe como la tenías tú, y me dijiste: “No se le echa ganas o se aprende a tener fe, se le pide a Dios, porque la fe es un regalo que da el Señor”. Y por eso estamos reconfortados, porque tu fe era grande.
Los martes, para los tres hermanos era un día mágico, día en que desayunábamos juntos para platicar de cualquier tema, para chancear y saber sobre nuestra familia, sobre gente que conocíamos en común, del devenir del mundo. Ya no estarás presente, ni los martes serán los mismos sin tu presencia, pero hablaremos de ti y seguramente estarás con nosotros como el hermano mayor que siempre fuiste, en todos los sentidos.
Desde el poco tiempo que te ausentaste hasta ahora, puedo decirte que tus hijos y tu esposa están bien, y en general, el mundo marcha igual. Ya cambiarán las cosas en el continuum del tiempo, algo que ya no te afectará porque con Dios todo es presente.
Te fuiste hermano, pero te quedaste. Con tu presencia nuestro mundo cambió para bien, porque la gente buena por donde pasa enriquece a sus compañeros de viaje en esta vida. Nunca hiciste daño ni perseguiste el oro para ti solo, diste mucho en amor y en ayuda al prójimo.
La balanza marca a tu favor, las cuentas –como lo escribiste en tus poemas- marcan para tu bien, hay más sumas que restas. Hay tiempo para reír y hay tiempo para llorar, hay tiempo para trabajar y hay tiempo para descansar. Y después de la jornada te toca por fin descansar.
Ya ordena el Señor que te sirvan una copa rebosante del mejor vino en su mesa, donde están también tus seres queridos. Gracias Beto, por haber convivido con nosotros tantos años, por enseñarnos la palabra esperanza y piedad para con los demás. Descansa hermano, descansa en esa eterna felicidad que te ganaste. Descansa hermano, descansa.