Terlenka

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La última derrota

A partir de hoy no veré nunca más futbol mexicano por lo que sus jugadores mediocres, su liga y federación aberrantes, su ejército de comentadores de poca monta, desaparecerán finalmente de mi vida

Cualquier hombre que se respete, al menos durante un breve periodo de tiempo, debe tomar medidas orientadas a restablecer su espíritu sin importar que la palabra espíritu suene a metafísica rebasada o a dualismo filosófico. Es a raíz de esta sabia consideración —más el hecho de que me han sucedido ciertos acontecimientos relativos a la salud que no contaré aquí— que he decidido ser un poco más libre de lo que he sido en el pasado. Intentar ser un poco más libre es en verdad un asunto muy serio y debe ser tomado por uno mismo con pericia y suma responsabilidad.

En consecuencia, paso a enumerar una breve lista de acciones o prevenciones que tomaré a partir de hoy con el propósito de ser más libre de lo que fui ayer y, en general, de lo que he sido a lo largo de mi absurda y estúpida vida. Sin más preámbulos les adelanto que mis acciones no serán minucia ni cosa recatada y todos mis esfuerzos, a partir de hoy, estarán encaminados a cumplir estrictamente cada uno de los propósitos que ahora paso a enlistar. No habrá excepciones, en ningún caso, puesto que las excepciones son justamente la clase de eventos que no nos permiten ejercer una verdadera y legítima libertad, puesto que nos llevan a creer que en realidad existen manifestaciones singulares dentro de este muladar inmundo que conocemos con el nombre de realidad o vida cotidiana. La lista de acciones que emprenderé en pos de mi libertad ha resultado ser de carácter puramente negativo, ascético y, en pocas palabras, dicha enumeración tiene que ver con el bello, dichoso e incomparable acto de renunciar y mandar por el excusado a todo aquello que ha hecho de mi vida un acontecimiento miserable, hediondo y poco creativo. A partir de hoy no veré nunca más futbol mexicano por lo que sus jugadores mediocres, su liga y federación aberrantes, su ejército de comentadores de poca monta, desaparecerán finalmente de mi vida. ¿No es eso gratificante? Por otro lado, a partir de hoy no volveré a frecuentar, conversar ni considerar amigas a las mujeres bisexuales; si desean mi compañía tendrán que definirse puntualmente —aunque mientan— como mujeres o seres femeninos, sí, definirse y controlarse como si se tratara de soldados de un ejército que defiende con fervor a su nación. Por otro lado no volveré a presentar ningún libro aunque lo publique mi propia madre resucitada y extraída de su tumba sólo con esa distinguida finalidad. No tomaré ninguna llamada suya —¡se acabó!, como gritaría Olga Guillot— y olvidaré los nombre de todos esos supuestos amigos cuya descortesía empobrece mi existencia y que no son capaces siquiera de terminar una borrachera o noche conmigo tal como dictan los cánones que, por supuesto, yo impongo y superviso. Nunca más dejaré el diez o el quince por ciento de propina en ningún lado y los meseros, o cualquier empleado que me atienda, deberá conformarse con el 8.5 % de lo que marca la cuenta. Se acabaron mis respuestas a los correos electrónicos y cualquiera que me escriba deberá esperar, si tiene suerte, al menos dos meses a que yo le dé acuse de recibo y le dirige algunas palabras (por supuesto cordiales y sentidas). Abandono, a partir de este justo momento, cualquier clase de droga o estimulante lúdico o adictivo exceptuando los vinos de la Rioja y uno que otro mezcal que provenga de buenas manos y hechura. Se acabó para mí ese engendro retorcido, barroco e inútil que se da en llamar literatura de ficción —¿acaso soy un niño?— y puedo decirles, con grata sinceridad, que solo leeré ensayos cuyos temas sean la ética, la epistemología, la ontología, la historia colonial mexicana, los primeros auxilios y la justicia entendida como equidad económica y renuncia de los bienes terrenales. Tampoco, y en este punto quiero ser muy preciso, volveré a anudarme los listones de mis zapatos y a la vez dejaré de usar ropa interior la cual me resulta totalmente incómoda e inútil. Esta renuncia irá acompañada de un hecho para mí, en verdad, liberador: se acabaron —y no hay vuelta atrás— las charlas o pláticas que sostengo con la gente por pura cortesía y conmiseración. ¿O ustedes creen que pueden contarme o narrarme algo que pueda mínimamente interesarme? Obviamente no. Este propósito no estaría completo y sería inocuo si no va acompañado también de una acción más beligerante y rotunda. Terminaron para mí las amistades con seres humanos menores de cuarenta años. Que los eduque la santa institución a la que se encomienden. Finalmente, los hago partícipes de mi férrea determinación por comer sólo alimentos que me causen daño y que pongan en serios riesgos mi salud. No quisiera despedirme sin aclarar que estos propósitos revelados a ustedes, queridos lectores, y que me llevarán a ser un hombre bastante más libre, no son consecuencia de ningún arrebato pasional, sino de la más pura y honesta intuición de la que he sido objeto a lo largo de mi vida.

Por último, y en vista de que a estas alturas se encontrarán cansados de mis aberraciones, les digo que nada, absolutamente nada que provenga de un partido político llamará mi atención, como tampoco lo hará la publicidad de cualquier producto comercial que se divulgue en los medios. Sólo compraré y utilizaré productos que nunca antes hayan sido anunciados ni promovidos vía anuncios comerciales diseñados por personas insanas y de dudosa credibilidad (les sugiero hagan lo mismo que yo). A partir de hoy, como pueden adivinar o suponer, mi libertad se amplía y se enriquece. Por primera vez no envidio la vida de nadie ni sus anhelos de pacotilla. La libertad no tiene por qué ser un concepto abstracto, sino una simple lista de propósitos ascéticos y asequibles. Más libre que ayer; hasta la derrota siempre.

A PARTIR DE HOY NO VOLVERÉ A FRECUENTAR, CONVERSAR NI CONSIDERAR AMIGAS A LAS MUJERES BISEXUALES; SI DESEAN MI COMPAÑÍA TENDRÁN QUE DEFINIRSE PUNTUALMENTE —AUNQUE MIENTAN— COMO MUJERES O SERES FEMENINOS, SÍ, DEFINIRSE Y CONTROLARSE COMO SI SE TRATARA DE SOLDADOS DE UN EJÉRCITO QUE DEFIENDE CON FERVOR A SU NACIÓN