El Faro
- Es probable que individualmente nos hayamos encerrado en nuestras propias compras y en nuestros propios modos de vida
América Latina es la región más desigual del mundo. En nuestros países pueden encontrarse pobreza extrema y riqueza extrema conviviendo de manera cotidiana. No es el continente en donde se viven las expresiones más lacerantes de miseria, pero sí el territorio en que se dan los polos más arriba mencionados, con una distancia mayor entre ellos.
Durante muchos siglos, especialmente desde el siglo XX, nuestro continente se ha preguntado los motivos que dan razón de esta brecha vital. Eduardo Galeano, entre otros muchos autores, intentaba desarrollar en su ya histórico Las venas abiertas de América Latina (1971), una explicación de las bases económicas que originaban esta desigualdad desde una visión profundamente marxista.
En el siglo pasado hubo dictaduras en diferentes países del continente de derechas y de izquierdas. En el siglo pasado, hasta ahora, se han ido alternando poderes políticos de ambas tendencias. Y, aunque en términos generales, así lo reconoce la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), se han mejorado las condiciones de vida, el hecho es que seguimos siendo los más desiguales.
Actualmente se puede presumir del giro que los gobiernos han dado hacia la izquierda. En los países más potentes del continente sus mandatarios son de esta orientación ideológica. Si desde la década de los años 60 hasta ahora, los gobiernos han ido imponiendo una ideología u otra, la conclusión a la que podemos llegar es que la explicación de la desigualdad no está en las alternativas ideológicas de los gobiernos. Podríamos decir, que esos gobiernos son parte de la explicación, pero como protagonistas, como responsables.
El pueblo ya en su vida diaria no está tan pendiente de si se es de derechas o de izquierdas. El pueblo sabio quiere vivir en paz, sin más. La desilusión con las ideologías es propia de la posmodernidad y se extiende a la agudeza de las condiciones de vida que apabullan a los latinoamericanos.
Es por estos motivos que consideramos que las tierras latinoamericanas y sus habitantes no están satisfechos. La palabra satisfecho viene directamente del latín, de la palabra “satis” que significa “suficiente”, “bastante” y de “facere” que significa “hacer”. Si las tierras latinoamericanas no están satisfechas es, entre otras cosas, porque los gobiernos, del color que sean, no han hecho lo suficiente.
Tras las experiencias del siglo pasado y la realidad actual, presumir de la mayoría de los gobiernos de izquierdas en América Latina, se constituye en una declaración tácita de la incompetencia de los gobiernos anteriores que no fueron capaces de mejorar la brecha de vida. Y lo que se dice de los de izquierdas se puede transpolar a los de derechas. Las ideologías ya no son las que mueven las acciones; las ideologías lo que están haciendo en nuestros días es fomentar y agudizar la separación en que ya de hecho vivimos.
Pero la desigualdad no tiene que ver solamente con los gobiernos. Es probable que hoy ya no nos preocupemos tanto por estas desigualdades. Es probable que no pocos de los latinoamericanos nos hayamos enconchado en nuestros propios intereses. Es probable que individualmente nos hayamos encerrado en nuestras propias compras y en nuestros propios modos de vida. Es probable que hayamos perdido la referencia de la totalidad del continente. Es probable que nos hayamos olvidado un poco de los demás. Y esto, entre otros factores, perpetúa tanta desigualdad.