EL PUENTE LUPE-REYES-CANDELARIA.

EL PUENTE LUPE-REYES-CANDELARIA.

Familia Política

Los mexicanos hacemos que las tragedias de Esquilo, Sófocles, Eurípides (por mencionar solo a los griegos), se parezcan en varios de sus elementos a las comedias de Aristófanes y seguidores. El mismo pícaro título del puente bautizado por el habla popular, como Lupe-Reyes (y ahora agregamos el día de La Candelaria), convierte en tema jocoso lo que debiera ser trilogía solemne.

Puente es sinónimo de ocio, interrupción del trabajo cotidiano; espacio para rendir culto al dios Baco (Dionisio) o a la Santa Muerte: la pachanga, el reventón, el despilfarro… acompañados de piadosos rezos y caras compungidas, hacen que un largo periodo de vacaciones (oficiales, formales, informales…) llene de alegría “las horas grises de una vida triste” y se verifique el pensamiento del filósofo persa Omar Khayyam: “Toda alegría que no proviene del alcohol, es ficticia”; también esta otra perla de sabiduría: “Amor que no es pagado, es fingido”.

En todos los niveles de la administración pública (léase burocracia), así como en la iniciativa privada, desde los últimos días de septiembre, los favorecidos comienzan a tener noches de desvelo para hacer cuentas y saber en qué gastar su exiguo aguinaldo; la verdad, es que la espontaneidad echa abajo los planes más supuestamente consolidados; el aguinaldo puede servir para hacer o comprar algo que se desea, pero que a la hora buena, no alcanza; hay que conformarse con una botella de alcohol y una reunión pequeña entre amigos, un día sí y otro también, hasta donde el cuerpo y el aguinaldo aguanten.

El puente, oficialmente comienza el 12 de diciembre (aunque hay quien adelanta con entusiasmo la fecha para éste singular suceso; pues no faltan “Lupitas” y “Lupitos” con los méritos suficientes para dejarse festejar, ya que, como he dicho: “En este país, hasta los ateos somos guadalupanos”. Después, a lo largo del puente se desliza por fechas tan importantes como las posadas, que culminan con la Nochebuena, La Navidad y el Año Nuevo. En estos días es imperativo poner ante amigos de verdad y fingidos, cara de auténtica satisfacción por encontrarnos. Ya traemos un catálogo completo de palabras y lugares comunes para transmitir un mensaje: ¡Felicidades; deseo lo mejor para ti y para tu familia! O bien ¡Hermano, déjame darte un abrazo; que tengas una feliz navidad y un próspero año nuevo! Desde luego, un alto porcentaje de estos saludos terminan con un brindis y su consabida borrachera, donde la amistad se va transformando en hermandad, fraternidad, paternidad y finalmente, mentada de madre, en el mejor de los casos. Mensajes van, mensajes vienen, obsequios diversos de acuerdo con el nivel económico y de la generosidad de quien regala y no siempre obsequia oro, incienso o mirra, como lo hicieron Los Reyes venidos de oriente, ante la cuna improvisada de un pesebre.

El periplo de los peregrinos, las vicisitudes que enfrentan ante la incredulidad de la gente, los sufrimientos de María y la bondad extrema de José, hacen que finalmente se rompa la presencia en cantos de alegría para los caminantes: “Entren santos peregrinos, peregrinos, reciban este rincón…” obviamente, en el camino, estos personajes han sido objetos de las maldades que los traviesos chamucos les tienden, para impedir que lleguen a Belén; muchas veces para acercarse al río y acompañar a los peces cuando beben, beben y vuelven a beber.

Por desgracia, estas hermosas tradiciones están quedando atrás. Ya casi no se usa el arrullo y los cánticos que voces femeninas entonan en honor del recién nacido, quien se deja mecer en el rebozo u otra humilde prenda, por niños que para bien o para mal, jamás olvidan que un día fueron padrinos del Rabí de Galilea.

Después de eso, se da rienda suelta al verdadero motivo de la reunión: chupar, chupar y chupar… antes, en estas fiestas, la familia permanecía unida; se arrullaba al niño y se intercambiaban regalos, se hacía oración, se cantaban villancicos y se representaban pastorelas; finalmente, el resultado era el mismo.

El día 6 de enero, Los Reyes visitan las casas de todos los infantes que se hayan portado bien, para recordar la desnudez del Niño Dios, la rosca que se comparte es para añadir al puente una etapa más: La Candelaria; en este día, quien saca de la rosca un niño, una haba o un anillo, están comprometidos a agasajar a esos mismos amigos con una buena dotación de tamales, para tomar atole o alguna bebida espirituosa.

Aunque debo recordar que yo aprendí de esas esotéricas cuestiones en las historietas de Walt Disney: los personajes de siempre, un arbolito con esferas, un señor barbudo vestido de rojo que anunciaba a carcajadas su presencia y codiciada carga de regalos… aunque por elemental división del trabajo, algo quedaba para los Santos Reyes con la rosca y más tamales.

Ante la terminación de tan prolongado puente, saludo a mis amigos y escasos lectores que hayan sobrevivido, para prepararnos para el próximo año.

P.D. Amenazo con retomar mi columna. Gracias por su comprensión.

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