RELATOS DE VIDA
“Pueblo chico, infierno grande” es el refrán más popular en los pueblitos en donde hay pocos pobladores, la convivencia cercana y habitual logra tener detalles íntimos y en muchas ocasiones estos conocimientos llegan a personas ansiosas que gozan de dar la noticia.
Así encontramos a dos mujeres vecinas y amigas desde años: Doña Lorenza y Doña Florencia, nombres que coincidieron para denominarlas “Las Lenchas”, quienes eran el terror del pueblo.
Por sus labios corrían las primeras noticias que se suscitaban en el pueblo, ellas fueron las encargadas de delatar el amor prohibido de Oscar y Luis, hijos de dos familias conservadoras encabezadas por Don Martín el pollero del mercado municipal y Don Jorge dueño de la tienda ubicada en la plaza principal.
También fueron las que dieron la primicia del embarazo de Anita, única hija de Jovita y Don Saúl, y quien era considerada como la nuera ideal para la mayoría de las familias, al destacarse en belleza, inteligencia y rectitud.
La rutina de Las Lenchas estaba muy marcada y coordinada: madrugar para ir al molino por el nixtamal, desayuno, visita al mercado, labores del hogar, comida, misa vespertina y regreso a casa, actividades en donde recopilaban más noticias.
Los chismes eran su prioridad, así que con el tiempo fueron descuidando a Don Rutilo y Don Efraín; parejas de Doña Lorenza y Doña Florencia respectivamente, quienes ocupaban los intervalos de ausencia para degustar unas copitas en la cantina del pueblo y alimentar la pupila con las muchachonas.
Durante mucho tiempo trataron de persuadir a Las Lenchas a quedarse en casa, pasar los últimos años de su vida disfrutándose, sin embargo los llamados no surtieron efecto, y las constantes ausencias cobraron factura.
En una salida, de las dos chismosas del pueblo, para conocer el hijo de Anita y más que nada, para deducir quien pudiera ser el padre, ya que la jovencita se convirtió en madre soltera, los cansados esposos, de Las Lenchas, huyeron con las muchachonas de la cantina.
Cuando regresaron a sus hogares, y dispuestas a contar las propuestas de nombres del posible responsable del embarazo de Anita, encontraron en sus mesas una nota que decía “ésta será la mejor noticia de tu vida”.
Cada quien buscó en todos los rincones de su casa y precisamente al llegar al armario, las pertenencias de sus parejas no estaban.
A partir de ese día, sus salidas sólo eran al mercado o a la iglesia; y su vida una antología de chismes y recuerdos.