● Las imágenes grabadas con móviles y difundidas en las redes sociales ponen en una posición más igualitaria a víctimas y agresores ante los tribunales
Los testigos de cualquier crimen o suceso suelen ser mucho menos fiables de lo que nos han contado las películas. Pero las innovaciones tecnológicas en nuestros bolsos y bolsillos se han convertido en testigos más confiables. Aunque en lo que va de año en EU 509 personas han muerto por disparos de policías de servicio, dos de los últimos casos han cobrado relevancia mundial.
Cualquiera de nosotros ha podido ver lo que ocurrió en Baton Rouge y en Saint Paul porque alguien que estaba allí lo grabó y lo difundió en ese inmenso escaparate global que pueden llegar a ser las redes sociales. Ya no es solo la palabra de la víctima contra la de su agresor. Las imágenes y el sonido grabados allí mismo quizá no ofrecen la versión completa ni la verdad absoluta pero, si son en bruto, sin manipulaciones, muestran una parte de la historia sin alterar. Y eso es bueno para todos. Para el que acusa, para el que se defiende y para todo el que lo observa con interés.
El vídeo de Saint Paul es aún más extraordinario porque la principal testigo, la novia de la víctima, tuvo la sangre fría para convertirnos a todos en testigos de la parte final de un episodio dramático que empezó cuando un policía dio el alto a un conductor negro.
Tras los tiros, ella encendió su teléfono, entró en Facebook e hizo una conexión en directo para ofrecer, sin intermediarios, su versión de lo que acababa de ocurrir. Grabó 10 minutos. En pocas horas millones de personas en el mundo vieron y oyeron su testimonio, cómo agonizaba su marido, como se dirigía con respeto -“sí, señor”- a un nervioso policía que maldecía –“joder, joder”— y le exigía dejara las manos a la vista. Cada uno de los espectadores tenía material para empezar a forjarse un juicio de lo que allí ocurrió, aunque será un juez quien decida.