Cerca del limbo

Cerca del limbo

Letras y Memorias

Un rostro se asoma al otro lado de mi mirada, mas no es uno familiar o siquiera reconocible, sino uno distante y, en el mejor de los casos, nuevo. Ha aparecido viéndome desde el otro lado de algún lugar que hoy no conozco, pues ya no estoy más allá, pero me observa, no deja de hacerlo. 

Le miro fijamente, busco sostener ese encuentro pero, le siento pesado, me fatiga y entonces, desde mi sitio, abandono. Muy disgustado busco reclamarle, pero cuando le busco al otro lado de donde yo ando, ya no veo nada, se ha ido ese rostro distante, esa cara rara y cargada de borrosas memorias que, presuntamente, con el cambio de ciclo, iban a marcharse también. Pero no fue así.

Con cierta curiosidad, me levanto del sillón en el que ya me encontraba hundido, dejo el café sobre la mesa de centro y acudo a buscar el inquietante rostro. Asomo la nariz por encima de las cortinas, por el cristal de mi ventana, y nada. 

La mirada en el horizonte se pierde y de pronto, ¡boom! La cara esa está ya detrás de mí, como si fuese la sombra de un cuerpo, del mío. Y no, resulta que no es tan desgraciada como me parecía a la distancia, pero tampoco es del todo amigable. Me susurra que su rostro proviene de los recuerdos que uno va dejando atrás, atrás no en el cambio de las hojas del calendario, sino en la asimilación de los daños que atormentan las horas actuales. 

Uno pues, cuando ve ese rostro distante y extraño, en realidad está observando hacia su pasado, hacia esos días en que las sonrisas mutaron en orgasmos y esos placeres, de un momento a otro, terminaron. Vemos atrás, clavando la mirada en el lejano semblante, como cuando en la orilla de una playa, observamos que se apaga el Sol lejos, lejos en el fin del mundo. 

Estamos hoy en un limbo, en una cornisa y a punto de caer, pero la desgracia viene cuando no sabemos si esa caída nos habrá de poner en un lado o  otro de esta vida, que tiene adelante y atrás, porque así pasa con las personas que no pueden gozar del ahora. Añoramos lo que ya fue, y quisiéramos repetir el pasado sólo para hacer diferentes ciertas cosas, cometer menos errores o evitar tragedias, pero al mismo tiempo, deseamos lo que sea que venga, esperanzados en que habrá de ser mejor que lo que ya fue, y juramos que estamos listos para ser agradecidos por las dichas que ni sabemos si realmente existen o sólo son un espejismo, como aquellos que estuvo antes y hoy ya no. 

Empieza un nuevo ciclo y, curiosamente, en el mundo hay tanta gente añorando lo que nos dejó, como la que espera y reza por algo “mejor”. Caminamos por la cuerda floja entre la nostalgia y la ansiedad, cuando la resolución ideal, bien podría ser no mirar muy adelante ni muy atrás, sino las manos con que la tierra que pisamos, se puede trabajar. 

¡Hasta el próximo jueves!

Postdata: Que lo que sea que venga, nos resulte suficiente para aprender, disfrutar y llenar el alma.

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