Laguna de Voces
Creer en los Reyes Magos tiene una fecha de caducidad que, regularmente, es cuando los niños concluyen la primaria, y ya con atraso preocupante, en el primero de secundaria. Se da por hecho que ya saben la identidad de Melchor, Gaspar y Baltazar, de tal modo que es retirada de manera definitiva esa parte fundamental en los niños, que es la certeza de que lo mágico es real en tanto no se crea lo contrario.
A muchos pequeños descubrir que la vida cotidiana es eso, la simple vida cotidiana, les provoca un llanto incontrolable, un enorme desconsuelo y el aterrizaje atropellado en las tierras de los adultos que intentan explicarles lo que ni ellos mismos entienden, porque bien que saben que pasaron por ese mismo trago amargo con secuelas que resienten hasta el presente.
Porque los Reyes son magos y vienen del lejano oriente, es decir que, poseedores del don de la magia, sí pueden aparecer en los hogares de los que escribieron sus cartas con anticipación sin despertarlos, con todo y que se hacen acompañar por un elefante, un camello y un caballo. Son silenciosos en todo el sentido de la palabra, dueños del sigilo absoluto y primeros visitantes reconocidos y certificados del Niño Dios.
En la infancia de casi todos, nunca hubo duda alguna acerca de su misterioso origen, y ningún niño en su sano juicio, dudaría de su autenticidad. No pocos jurarían que alguna vez fueron testigos del momento en que una estrella aterrizaba en la azotea de sus casas, de donde salían los personajes vestidos a la usanza de reyes llegados del oriente.
Sin embargo, digerido el trago amargo, los después adultos se sorprenden de cómo creyeron con tanta voluntad una historia que, en los tiempos modernos, ya nadie daría por verdadera.
Pero todo es asunto que pasen los años, que se empiece el camino de regreso al cielo mágico del que suponemos llegamos, que la memoria recupera su capacidad de mirar la realidad con menos certeza de que es todo lo que conforma la existencia humana. De alguna forma la visión que de niños nos permitía reconocer y reconocernos en los Reyes Magos, registra una notable mejoría, y reaprendemos el camino que lleva a volver a mirar lo que siempre estuvo ahí, pero que decidimos olvidar por esos asuntos de que no hay tiempo para imaginar.
Sin embargo, los Santos Reyes no son asunto de inventos, sino de mirar con más cuidado y atención cada una de las escenas que nos ofrece la existencia, la vida.
Haga la prueba hoy. Mire, observe cualquier rincón de su casa y descubrirá, reencontrará de nuevo a los magos reyes que le traían juguetes, ropa, pistolas de chinampinas, antifaces de vaquero, pelotas de fut, o simplemente dulces cuando andaban pobres. Recordará con un enorme gusto y cariño todo el trabajo que pasaban para transformar una simple noche del día 5 de enero, en algo lleno de magia, único, capaz de construir el sentido mágico de la vida que, pasado el tiempo, a veces o muchas veces, nos hace tanta falta.
Hoy es Día de Reyes.
Disfrútelo junto con sus hijos, junto al recuerdo de los reyes eternos y únicos que estuvieron con usted en su infancia, y que, por supuesto, eran los Santos Reyes, los únicos, lo que cuando ya somos muy grandes para que ellos vivan, se aparecen en la madrugada cuando ya es 6 de enero, y nos saludan, nos abrazan, nos dicen que siempre estarán con nosotros.
Mil gracias, hasta mañana.
jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico
@JavierEPeralta
