De fiestas y obligaciones

De fiestas y obligaciones

El Mercadólogo

Antes de comenzar mi colaboración del día de hoy, espero y deseo de verdad que ustedes, estimados lectores, hayan pasado unas estupendas navidades, y que el resto de las fiestas sean lo más placenteras posibles. Ya, ya sé que no soy muy original en cuanto a mis deseos; de hecho, estoy seguro de que en las últimas semanas ha leído, escuchado y, en resumen, recibido miles de mensajes muy similares. Precisamente de eso se trata mi columna esta vez: de los sentimientos que deberíamos tener en esta época.

Es que lo normal en la época navideña es sentir paz, amor, estar felices, llenos de ilusiones y alegría. O eso es lo que tenemos en mente que deberíamos sentir. Si no irradias ese espíritu navideño, inmediatamente eres tachado de «grinch», de ir en contra de la Navidad. Por eso, probablemente, cada vez más personas se declaran anti-navideños. Mi teoría es que, en realidad, están en contra de la imposición de estos sentimientos, a riesgo de ser rechazado por la sociedad.

Pero en ningún caso el imaginario colectivo debería dictar cómo nos sentimos. Hay que tener en cuenta miles de factores: tal vez, para algunos, estas son las primeras navidades que pasan sin alguno de sus seres queridos; o para otros, estas fechas les recuerdan gente que ya no está con nosotros, o épocas que ya pasaron y nunca volverán, y hace que se sientan nostálgicos. Ya sabemos que la memoria es muy tramposa y solo nos permite recordar las cosas positivas del pasado, ocultando las negativas.

O, probablemente, ni siquiera depende de los factores externos. Simplemente no nos sale sentirnos felices. Hay días en los que, sin explicación alguna, no nos sale sonreír, que tenemos un hueco en el estómago que nos hace ver las cosas malas por encima de las buenas. Es normal que, de vez en cuando, nuestros ánimos estén más bajos de lo normal. Eso sí, si ese sentimiento perdura, hay que acudir a los especialistas.

Querido lector, le tengo una buena noticia: no pasa nada si no se sintió feliz y radiante en Nochebuena. Es usted una persona normal si, a pesar de la presión social, no irradiaba paz mientras caminaba por las calles. A nadie nos gusta que nos digan cómo debemos de sentirnos en tal o cual situación. Pero no por eso es usted un bicho raro.

A veces sentimos que tenemos la obligación de tener determinados sentimientos, marcados por el momento social. Y tengo que reconocer que, en muchos casos, como en estas fiestas decembrinas, la publicidad no nos ayuda mucho. Encendemos la TV y vemos un montón de imágenes de gente feliz, rodeada de sus familiares.

Pero recordemos que la publicidad no deja de ser un mero reflejo de la sociedad, que recurre a imágenes estereotipadas para, en un corto periodo de tiempo, apenas unos segundos, intentar conectar de manera emocional con el espectador. No existe un motor con mayor energía que las emociones, y si esos mensajes consiguen conectar con el público objetivo al que va dirigido el mensaje de manera emocional más que racional, es muy probable que se pueda generar, no solo una venta, si no una relación a largo plazo entre consumidor y anunciante.

Me parece también que últimamente nuestra sociedad se siente cada vez más llena de obligaciones: tienes que ver esta serie, deberías comprarte este dispositivo, todos tienen esta tecnología en su casa menos tú. Incluso nuestros teléfonos celulares, llenos de notificaciones sobre cosas que están pasando y que te estás perdiendo por hacer caso del mundo exterior.

Espero que, además de las festividades, en esta época pueda usted, querido lector, tomarse un pequeño respiro de tantas obligaciones. Aunque sea por cinco minutos, que haga lo que usted quiera, y así recargue energías.

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