La muerte, el dolor, siempre nos hará iguales

La muerte, el dolor, siempre nos hará iguales

RETRATOS HABLADOS

Somos simples seres humanos.

He conocido por asuntos de trabajo, a gente de poder, a los que incluso en un momento determinado consideré invulnerables a cualquier accidente de helicóptero. Nunca los vi con miedo cuando la aeronave subía y subía sin que se despejara la neblina que simplemente obligaba a que el piloto volara a ciegas a falta de radar, en esos tiempos. 

Mientras los que íbamos de invitados de prensa encomendábamos nuestra alma al creador, los que viajaban en la parte delantera bromeaban sobre la posible aparición de una “nube con hueso”, es decir la probabilidad de que nos estrelláramos contra una montaña. 

Pensé que con toda seguridad nada nos pasaría porque los del poder lo aseguraban, es decir les adjudicaba casi poderes mágicos sin dudarlo en ningún momento. Y efectivamente, al rato saltábamos arriba de las nubes sin habernos estampado.

Debe ser la seguridad, o tal vez incluso están ciertos que algún misterioso poder los cuida.

Sin embargo, pasado el tiempo, más de 30 años, descubro para bien de la vida misma, que en la tragedia personal que a todos nos ha tocado en algún instante de la existencia, todos somos iguales, inermes ante el destino, ante la vida que a veces no agarra a porrazos en la nuca y nos deja mal heridos sin ánimos para seguir.

El mayor beneficio cuando el dolor toca a la puerta, es recuperar el sentido simple y llano de que, después de todo, simple y sencillamente somos igual que los cientos, miles, que van junto a nosotros en el camino de la hermosa vida.

Ni más, ni menos, simplemente en una historia en que algunos son protagonistas, otros actores secundarios, y un buen número de extras sin nombre en los créditos finales. Pero el asunto es que todos somos iguales, y la tragedia nos hace aún más iguales, más cercanos a lo que el otro siente, más dispuestos a la empatía con nuestros semejantes.

Así que después de todo, caminamos un mismo camino, en el que debe unirnos el factor fundamental del dolor humano, del dolor en que tarde o temprano comprendemos la necesidad justa de comprender a quien va a nuestro lado, conozcamos o no.

No, los hombres y mujeres de poder no son invulnerables. Nunca lo han sido, y hemos sido todos responsables de construirles la leyenda de que pueden sobrevivir a situaciones que los otros, nosotros, simplemente nos resulta imposible.

Hace falta recordarnos cada día que es una suerte andar por este mundo, tener a nuestro lado gente que nos ama y amamos. Hace falta disfrutar la existencia día a día, hora a hora, porque en cualquier instante nos tocará caminar rumbo a la otra realidad que siempre hemos sabido existe, o al otro mundo, a otro lugar simplemente.

Es el tiempo justo para comprender que la vida es tan pero tan inteligente, que colocó a la muerte para recordarnos que antes que todo somos simples, diminutos seres humanos que luchan todos los días por cumplir una tarea vital, única y definitiva: amar, retomar la vocación por ser más parte de nuestros semejantes, sin otro ánimo que disfrutar su compañía, su propia vida.

No hay nada más valioso que entender que las tragedias que todos hemos vivido, son la mano que extiende el destino para retomar el camino del ser humano que fuimos de niños: ilusionados, esperanzados en todo y en todos.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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