La irresponsabilidad del Brexit y sus promotores

Los resultados del referéndum sobre la salida del Reino Unido de la Unión Europea (Brexit), plantean la interrogante sobre la legitimidad democrática de los tratados o acuerdos de libre comercio firmados por México y muchos otros países, sin haberlos sometido a la decisión soberana de los ciudadanos; pero también, el cuestionamiento sobre la madurez de los ciudadanos para tomar decisiones trascendentales para un país.

El paternalismo por parte del Estado en México y otros países, ha conducido a que el gobierno tome decisiones en nombre de los ciudadanos, al considerar que aún no están preparados para decidir sobre temas de Estado. De este modo, en el caso de México, durante los últimos 23 años se han firmado 16 tratados de libre comercio por el gobierno avalados o ratificados por el Senado de la República, instancia que tiene la potestad para hacerlo.

La interrogante que queda en el aire es ¿Qué pasaría si hoy fueran sometidos a escrutinio público los tratado de libre comercio firmados por México?. Seguramente, como sucedió en el Reino Unido, los ciudadanos los desaprobarían; pues el ciudadano común y corriente no ve los beneficios palpables que sí observan las empresas y los bancos en sus beneficios anuales.

No es difícil de entender que, en la medida en que las empresas y los bancos establecidos en un país puedan evitar pagar impuestos a la entrada de sus productos, de sus servicios o inversiones a otro país, sacando provecho de las ventajas que ofrece el primero, sus ganancias serán absolutamente mayores.  De eso se trata el libre comercio, de aprovechar las ventajas comparativas que tiene un país sobre otro para producir un bien determinado; por ejemplo, tequila en México, vino en Francia, lana en el Reino Unido, carne de res en Argentina, maquinarias de alta precisión en Alemania y Suiza.

Los tratado de libre comercio firmados entre los países los sitúan en la primera etapa de la integración, al crear con ello una zona de libre comercio; donde los países eliminan sus aranceles e impuestos a las inversiones para facilitar el libre comercio entre ellos, pero cada uno los conserva para proteger su comercio frente a terceros países fuera de la zona.

En el caso de la Unión Europea las cosas son mucho más complejas; no sólo porque pasaron de crear una zona de libre comercio a la creación de una unión aduanera y luego un mercado común, estableciendo un arancel común para el comercio con terceros en todos los países y garantizando la libre circulación de las inversiones; sino porque profundizaron su integración con la convergencia de sus economías a partir de 1992 con el tratado de Maastricht, dando paso a la integración monetaria y financiera, posteriormente a la armonización de las políticas sociales. De tal forma que, aún cuando el Reino Unido no forma parte de la eurozona, “desenganchar ese vagón” de la Unión Europea no es tarea fácil no para los europeos ni para los británicos.

No hay nada escrito sobre el procedimiento de salida de un país de la Unión Europea, es la primera vez que esto pasa. Quizá por esa razón es que el promotor del Brexit, el líder del partido antieuropeo británica, Nigel Farage, ha decidido dejar la política después de haber logrado su propósito: materializar la salida del Reino Unido de la Unión Europea, al menos nominalmente través de los resultados del referéndum, aunque no en la práctica hasta ahora.

Por ahora no hay Brexit, hasta en tanto no se ponga orden en el alterado panorama político británico que dejó el referéndum en el Reino Unido. En todo caso, la clase política promotora del Brexit tiene la responsabilidad de continuar junto a sus partidarios hasta concretar oficialmente la salida del Reino Unido de la Unión Europea. Mientras no se elija un nuevo primer ministro y éste no presente la solicitud formal de salida del Reino Unido de la Unión Europea, las cosas siguen igual para los ciudadanos, las empresas y los bancos.

El Partido Conservador deberá elegir un reemplazo de David Cameron; para ello, está tratando de deshacerse de su líder Jeremy Corbyn, sin mucho éxito hasta ahora. No sucede lo mismo con el partido antieuropeo, UKIP, de Nigel Farage, quien dirigió el partido antieuropeo y antiinmigrantes durante diez años, el cual ha anunciado su renuncia este lunes luego de lograr su hazaña, dejando a su partido y a los ingleses que votaron por la salida en la incertidumbre.

El capitán abandona el barco en medio del caos y bajo riesgo de naufragio. Nigel Farage, de manera irresponsable, dijo este lunes que “durante la campaña del referéndum”, había dicho “que quería conseguir mi país”, afirmando que “ahora digo que quiero mi vida”, refiriéndose a su salida del partido, al considerar que había cumplido su misión, sacar al Reino Unido de la Unión Europea, razón de ser de Farage y su partido. Aunque no olvidemos que fue el partido conservador que David Cameron que prometió el referéndum en 2013 a los ciudadanos.

Por ahora el Reino Unido apuesta a sacar el mayor provecho posible de las negaciones con la Unión Europea, a conservar facilidades para la libre circulación de sus mercancías e inversiones en el gran mercado europeo, algo que seguramente jamás podrá ver, frente a una Europa resentida por su desprecio. No obstante, pretenderán sacar provecho de los cambios en los gobiernos de Francia y Alemania en 2017, pues el divorcio con Europa tardará al menos dos años para concretarse.

Mientras tanto, ante el miedo de que muchas empresas y bancos abandonen el Reino Unido, el gobierno inglés ha comenzado a reducir los impuestos a las sociedades, dejándolo en 20% y con la posibilidad de dejarlo en 15%, tratando de luchar por la permanencia de bancos y empresas en su territorio. Sin duda alguna, estamos acudiendo a una de las mutaciones de la economía capitalista para adecuarse a las nuevas condiciones de sus desarrollo, pero quedan muchas más cosas por verse aún, antes que la estabilidad vuelva a sus economía en crisis.

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