De derrotas y aprendizajes

De derrotas y aprendizajes

El Mercadólogo

No estoy viendo ningún partido del Mundial. Esto no es ninguna sorpresa para mis lectores asiduos, que en colaboraciones anteriores leyeron mi postura acerca de la celebración de este evento en Qatar. Sin embargo, me gusta mucho el fútbol, y parte de mi trabajo es estar enterado de lo que sucede en el mundo, así que estoy bien informado de lo que ha ido sucediendo en el desarrollo del torneo.

Por eso, he podido ver un curioso «fenómeno»: muchas de las selecciones nacionales, según han sido eliminadas de la competición, han despedido a su entrenador. Sí, esa misma persona en la que, un par de semanas antes, habían depositado toda su confianza para avanzar lo más posible, hacer un buen papel, conseguir los mejores resultados, sacar el mejor provecho de los jugadores. El mismo que unos días antes era la persona idónea, posteriormente, se convierte en el menos indicado para continuar.

No pienso hacer un análisis futbolístico, ni siquiera mencionar a los entrenadores que se han quedado sin trabajo durante estos días, ni mucho menos justificar si las decisiones han sido correctas o no. Sin embargo, sí quiero hacer hincapié en cómo creo que muchas de esas decisiones se han tomado: aún con el sentimiento de derrota y frustración a flor de piel.

Esta es, probablemente, la peor manera de tomar una decisión: de forma visceral. Más cuando se habla de dirigir a un grupo de personas para conseguir un resultado, llámese equipo de fútbol, empresa, o cualquier otra agrupación. Si las decisiones se toman desde las entrañas, sin pasar antes el filtro del cerebro, es muy probable que sean equivocadas, y que, una vez pasado el sentimiento dominante de ese momento, lo sustituya el de arrepentimiento. Algunas veces estas decisiones se pueden corregir fácilmente, en otras, es casi imposible.

Para poder evaluar el rendimiento de una persona o de un equipo en una situación determinada, lo primero es haber sido honestos en cuanto a los objetivos planteados. Si dichos objetivos eran realistas, objetivos y claros, o, por el contrario, eran fantasiosos, inalcanzables o subjetivos. Todos los participantes del Mundial acuden con la ilusión de ser campeones, por supuesto, pero muchos saben que sus posibilidades reales no pasan ni siquiera por llegar a la final, incluso a veces se limitan a ganar un partido o anotar un gol. En función de las metas planteadas, las frustraciones o las alegrías serán mayores.

Pero esto solo es el principio: una vez concluida la participación, hay que hacer un análisis serio, exhaustivo y profundo acerca de lo sucedido. Se deben tomar en cuenta todos los factores que influyeron en los resultados obtenidos, el trabajo realizado antes, durante y después de cada uno de los partidos, las modificaciones elaboradas durante el desarrollo de dicha participación, el trabajo de motivación realizado y mil cosas más. Cada uno de estos factores se deben analizar de manera honesta y serena, para poder encontrar todos y cada uno de los aciertos y fallos cometidos. Porque, no nos engañemos, todas las situaciones están llenas de fallos y aciertos, independiente del resultado final.

Una vez realizado este análisis, y localizados todos los puntos de mejora, se debe elaborar un plan que se enfoque en cambiar todos esos aspectos en los que se han cometido errores. Este plan no puede hacerse de manera superflua, tiene que ir a la raíz de todos y cada uno de los problemas, para intentar corregirlos, o al menos, minimizarlos. Estos planes pueden ser planteados para desarrollarse en unos meses, o, si el problema es más profundo, en varios años.

Sin embargo, me parece que muchos de los directivos de los diferentes representativos nacionales han tomado la decisión fácil de señalar a un culpable. Así, se evitan el trabajo de autocrítica, que los obliga a mirarse al espejo y exhibir sus errores.

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