El Faro

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Revolución

Éste es el título de la más reciente novela del autor español, Arturo Pérez Reverte. Como el mismo nombre indica sitúa la acción en el contexto de los ires y venires de la revolución en México. Un gachupín está en México de manera circunstancial, cuando de manera involuntaria se ve inmiscuido en acciones de armas con los revolucionarios del Norte. 

El autor recrea y recuerda la circunstancia social en que se vivía en aquel momento en México. Aparecen los indígenas duros a la hora de expresarse, con sus silencios sonoros casi eternos. Se describe a los campesinos con su sed por tener algo de tierra que les abriera la posibilidad de tener una casita, algunos animales, y así, poder vivir con algo de mayor dignidad. Se dibuja rápidamente la vida de los acomodados políticos, negociantes y poderosos, pasando por la realidad de puntillas analizando la mejor manera de conservar su posición privilegiada, esté quien esté en el poder.

Un toque de melancolía deja la última página de la novela. Cuando se cierra el libro, queda claro que las posiciones de los que tanto y con tanto lucharon en aquellos tiempos, no se han modificado notablemente. Sangre, incomodidad, viajes, polvo, sufrimiento, nervios, ilusión no fueron suficientes para cambiar sustancialmente la manera de vivir en nuestras tierras. Otras muchas novelas clásicas de literatura como Los de abajo, de Mariano Azuela, o la misma La Muerte de Artemio Cruz, de Carlos Fuentes, por ejemplo, reflejan esta descripción costumbrista, desde diferentes puntos de vista, de la estructuración social mexicana, no tan diferente de la apuntada por Pérez Reverte. 

Ligando estas líneas con lo dicho en la última columna sobre Pablo Milanés y la condición latinoamericana, cabe mencionar que la historia de México no es tan lejana de la historia de otros muchos países latinoamericanos. El grito histórico de justicia sonó durante todo el siglo XIX, XX y llega hasta nuestros días. Qué decir de la necesidad de justicia, libertad e igualdad en la época colonial.

Este grito es tan profundo que llega desde el interior de las personas y de la tierra. Las claves de reclamación histórica no han variado sustancialmente. Las sociedades latinoamericanas siguen fracturadas por las profundas desigualdades en economía, salud, educación, posibilidades y estilos de vida. Estos estratos que conforman las maneras de vivir, en muchos de los casos, son impermeables unos a otros. El diálogo es imposible o muy dubitable.

No se trata, pues, de izquierdas o derechas, de análisis económicos o de programas sociales. Se trata de repensar estructuralmente la manera de vivir asegurando una virtuosa medianía que permita que los estándares mínimos dignos estén asegurados para todos. Si todos tuviéramos estas seguridades, ya no se pensaría tanto en revoluciones, en violencia armada, en justificar secuestros porque el rico tiene mucho y yo poco, ni en robar porque no tengo para comer. La auténtica revolución está aún por llegar.

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