
PEDAZOS DE VIDA
I
Somos varios los que estamos aquí por haber sido pobres y no haber pagado un buen abogado. No digo que seamos santos o que no hubiera fumado marihuana pero, de eso a ser secuestrador y narcotraficante, hay mucha diferencia, le juro por mi jefecita santa que a mí me agarraron en la calle, me treparon los judiciales, me torturaron de la peor manera, amenazaron con hacer daño a mi familia y me obligaron a firmar unos papeles, así dijeron que era culpable, aquí estaré siempre, para cuando salga ya se me habrá ido la vida.
II
Se lo comieron los perros, yo le había dicho que conmigo no jugara. Llevaba tiempo sospechando cosas pero tuve que verlo para saberlo, y así fue. No, no me engañó con otro hombre, ese cabrón se fue con una mujer. Se revolcaba en el piso de la habitación, estaba encuerado y sangrando entre las piernas. Lo aventé por la ventana y se lo comieron los perros. Salimos juntos, él en la camilla de la ambulancia, sin pene, y yo esposado y con pena.
III
No es necesario entrar en detalles, cuando matas a alguien es porque le traes ganas, porque algo malo hizo y no aguantaste. Él mató a mi padre a machetazos después de la jornada para sembrar maíz y yo lo maté en tiempos de elotada. Lo que le haya hecho mi padre no se compara con el dolor que siente un hijo al perder a su viejo y ese dolor a veces no se aguanta. Si lo hubieran metido a la cárcel estaría vivo y yo en paz, pero no fue así.
IV
Cuando abrí los ojos estaba bañado en sangre, al principio pensé que era mía, rápido me metí a la regadera para lavarme y ver de dónde venía. No sentía dolor ni tenía heridas, me asomé por la ventana, afuera estaba la policía revisando mi carro, desde la ventana del segundo piso se veía el rastro de sangre hacía mi casa. Sigo sin acordarme qué pasó, no estoy seguro de haberla matado, al menos a ella no.