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Patente de corso…

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Patente de corso…

PIDO LA PALABRA

¿Qué es lo que tiene la investidura de servidor público que provoca que muchos de sus poseedores pierdan el piso? Yo creo que nada en principio, pues no es la calidad de servidor público lo que ocasiona que la moralidad de algunos personajes de la política se vea relajada, más bien es su mediocridad y su apocada mentalidad lo que los hace sentir que son todopoderosos, pues muchos de esos menesterosos sujetos jamás habían tenido la oportunidad de servir y por ello acaban por servirse del pueblo; en otros casos, es su ambición la que provoca una transmutación de los planes originalmente ofrecidos.

Cualquiera que sea la razón, el ciudadano solo ve que la política, o más concretamente los políticos, son solo unos vividores de la sociedad; aunque en honor a la verdad, en ese grupo selecto de políticos ambiciosos ni están todos los que son, ni son todos lo que están; sería incorrecto meter a todos en el mismo costal.

Lo cierto es que en últimos tiempos el concepto de “servidor público” se ha convertido en una sombra de nuestra época; lejos de verlos como un aliado en favor de objetivos de desarrollo social, se le ve al funcionario balín como sinónimo de corrupción, como un sujeto prepotente que, en el momento de exigirle el cumplimiento de sus funciones, enseguida sale con el argumento de que es persecución política.

Servidores públicos que se hacen llamar “funcionarios públicos” como para convencer y convencerse de que son poseedores de un poder que les otorga patente de corso; se sienten intocables.

Cometen actos que, si lo hiciere algún ciudadano común y corriente, sería causa para una sanción “ejemplar”; pero lo hace un “funcionario público” y de inmediato apela al “charolazo” para evadir su responsabilidad e incluso hasta amenaza con cesar a quienes se atrevan a poner en duda su poder; influyentismo y mediocridad es un caldo de cultivo que pone en peligro al ciudadano.

Algunos mediocres que en ejercicio de su efímero poder alcanzan notoriedad, pero no por sus buenas acciones, sino por los escándalos en los que se ven involucrados; así han surgido a la luz el tema de las “ladies” y los “Lord”; casi amenazando con llevar a la más alta Tribuna sus conflictos personales porque alguien se atrevió a ningunearlos o a poner en duda su supuesto poder.

Ese influyentismo se está convirtiendo, además de la delincuencia organizada, en otro peligro más para la sociedad. ¿Para donde debe voltear el ciudadano? Para un lado están las balas y para el otro está la prepotencia de funcionarios y de familiares de funcionarios que se sienten cobijados por esas aves que no se han dado cuenta que solo están de paso.

Estamos fregados desde el momento en que los errores tratan de evadirse y los escasos huevos que pone la gallina hasta el burro los quiere cacarear y ponerse la estrella.

Por eso, Servidor público, cuando veas las barbas de tu vecino cortar, lo mejor es que te pongas a trabajar; no denigres el cargo que se te ha confiado, debes convertirte en parte de la solución y no en parte del problema; no te escudes en la política para abusar del poder; no te ampares en la charola para ocultar tu mediocridad. El ciudadano te necesita como apoyo y no como un lastre que cuesta mucho al erario público.

Las palabras se las lleva el viento pero mi pensamiento escrito está.