Home Nuestra Palabra Carta al cielo

Carta al cielo

0
Carta al cielo

Letras y Memorias

Abuelo:

Hace tiempo no hablamos, y eso me resulta muy preocupante, porque, por lapsos, me da miedo olvidarte y que me olvides también. Aunque algo debes saber: todavía atesoro muchas de las enseñanzas que me diste y, trato de no perder en el tiempo las memorias que me tocó crear a tu lado, mientras sostenías mi mano o me cargabas para subirme al caballo. 

Eso sí, el pequeño violín que me compraste cuando fuimos a peregrinar por templos católicos, hace varios años que dejó de existir, se rompió mientras jugaba luchas con Lalo, así que, pido disculpas. En mi defensa, si hubiera sabido que ya no te vería más, seguramente lo habría guardado y hubiese sido un artefacto intocable, pero no supe, nadie sabía en realidad. 

Si me hubieran contado cómo habría de vivir los últimos años en los que por caprichos divinos, ya no has estado acá, quizá no creería lo difícil que se vuelve este asunto de estar vivo y crecer de a poco. Naturalmente no todo ha sido complejo pues, dentro de lo turbulento o escabroso del camino, he gozado igual de gran dicha.

Eso sí, te perdiste mis premios como goleador, primero representando a Coacalco, y después en mi aventura en las infantiles de los Rojinegros del Atlas. Lalo también estuvo ahí, ambos disfrutamos mucho de entrenar y jugar los sábados; mis papás siempre nos apoyaron, y creo que eso es algo que seguro te deja tranquilo allá donde estás ahora. El fútbol me apasionó desde que pude comenzar a caminar y correr tras un balón. y aunque no cumplí ese sueño de ganar un Mundial mientras la familia entera se emocionaba, creéme que aún hay metas que cumplir.

Traté de seguir tan listo como me recuerdas, hubo muchos diplomas y reconocimientos, y viví una infancia feliz pese a todo; creo que aún hay algo de ese niño en mí, y si no, te prometo que volveré a la raíz para no olvidar los días fríos en Los Girasoles.

Siguiendo tu tradición, hubo muchas ocasiones en las que no pagué por un corte de cabello. Tú solías “hacerme el pelo” cuando tenías tiempo, y en fechas recientes, mi hermano y mi amigo Pablo se llegaron a encargar de ello. Además, mantengo presente un poco de tu espíritu agricultor; vamos que, tal vez ya no siembro mis frijolitos o maíces pero, todavía sé cómo hacerlo. 

¡Pasó algo increíble! Conocí San Miguel. Tomamos el coche y junto a mi tío Benito y mi tío Miguel, fuimos a visitar tu pueblito. Casi quise comprar una de las tejas de la casa donde vivías con la abuela y mi mamá, pero no habían pagado la quincena en mi trabajo y decidí dejarlo para otra ocasión. No sé por qué de niño nunca me llevaste a tu pueblo, el lugar me encantó y seguro que hace 25 años, igual me habría fascinado tener todo ese espacio para mí solo. Prometí volver a San Miguel para mantener vivos los recuerdos y andar por sus caminos y veredas, justo como si me acompañaras tú. 

¿Recuerdas cuando me emborraché contigo? Ahora que lo pienso, no tiene mucha gracia que un niño hiciera eso pero, en aquel momento fue como ser un hombre haciendo que los vasos sonaran en compañía de su héroe. Claro que he seguido con tal ánimo, a veces por gusto y otras más por nostalgia pero, intentando cuidarme para vivir mucho como tú. 

Reviso justo ahora el calendario y no termino de asimilar que hace casi dos décadas ya no estás acá. En ese tiempo, me rompieron el corazón muchas veces, pero sigo necio y me aferro a amar hasta que el pecho ya no lata más; dejé un poco de lado mis comienzos poblanos y ahora, luego de nueve años viviendo en Pachuca, me siento tan hidalguense como tú, tan festivo al oír huapangos como cuando sonaban en tu radio. 

Logré hacer una carrera y además, trabajo haciendo lo que me gusta y junto a amigos a quienes admiro mucho, habría sido bárbaro que conocieras a todos ellos, ¡unos cuantos pulques sí te habrían aguantado! 

Hemos estado bien, la abuela vive con nosotros y, aunque a veces no le tengo paciencia, trato de cuidarla como sé que tú lo hubieras hecho. Sé que con eso no basta pero, trato de mejorar, siempre trato aunque a veces las cosas no se me dan.

Prometo seguir así, prometo intentar más, esforzarme más y hacer más, sé que desde donde sea que andes, sonríes porque pese al tiempo, puedes saberte orgulloso de mí; prometo también escribirte más seguido para que no nos olvidemos uno del otro. Pero, sobre todo, prometo vivir recordándote con gran felicidad. 

Te quiere y extraña, tu Chefo.
Postdata: Ya no me gusta la Coca, así que cuando nos encontremos, brindaremos con dos jarros de pulque.