El simple y sencillo gusto de vivir

El simple y sencillo gusto de vivir

RETRATOS HABLADOS

Abrir los ojos, reconocer cada pedazo diminuto del cielo que se asoma por la ventana; respirar, jalar aire en estos tiempos que tanto miedo se le tiene, pero que en ese 2018 era diferente porque suponía inflar los pulmones y con ello la vida. Reconectarse con el tiempo, dejar para siempre la absurda prisa por llegar a quién sabe qué lado, saberse salvado y con la certeza de que el camino es eso, el destino es eso, la esperanza otra y con seguridad la única que vale la pena.

A muchos les había preguntado en los hospitales, de manera indirecta en los funerales con sus parientes, si puede aprenderse algo de andar en calidad moribundo, pero unos porque no quisieron responder, y otros porque no hay quien al momento de velar al que se fue no gusten de confeccionarle un recuerdo glamoroso, el asunto es que solo una mujer tranquila, serena, me dijo que hasta que se vive en carne propia se puede tener una buena respuesta.

Y pues sí, es cierto. Por eso hasta estos tiempos, luego de tanto terror a respirar ante desconocidos, y además porque la edad, si no nos hace más sabios nos hace menos zoquetes, es que empezamos el camino único de empezar a darle valor a lo que vale la pena con o sin nosotros, pero decimos que será o sería mucho mejor si tenemos la oportunidad de estar presentes.

Es coincidencia pero respirar es algo que se agradece, y respirar con ganas, con la profunda convicción de que no cualquiera llena los pulmones sin el terror que seguro invadió a los que, en un hospital fueron víctimas de un virus que no se cansó, no se cansa todavía, de maltratar a esta pobre humanidad. Ojalá, nos decimos, podamos conservar esa posibilidad, es decir la de respirar.

Aprendemos que lo más importante que nos pueda pasar en la vida está justo aquí, en este instante, en esta ciudad que aprendemos a amar cada vez más porque guarda precisamente a cada una de las personas que amamos, que todos los días nos hacen falta para caminar alegres, dichosos, ciertos de que no importa si todavía tenemos mucho o poco camino por recorrer, lo que vale es intentarlo día a día.

Desde siempre debí haber mirado con más capacidad de admiración la vida, no digo que con ansias desenfrenadas de felicidad, porque es igual que la fe se gana o se recibe como gracia. Pero si buscar ese ingrediente, único y vital cuando se piensa que todo llegó a su fin. 

Así que tal vez la ganancia más importante de ver que el cielo crece en el pequeño cuadro de la ventana, es que el tiempo es finito, que se termina más rápido si no se hace algo por dignificarlo, y con ello dignificar nuestra propia existencia.

Será preciso volver a recuperar la memoria donde se quedó estacionada, y con ello reencontrar la luz más brillante que vimos al nacer, que luego decidimos apagar, hacerla nada, pero que siempre regresa para dar todas las oportunidades que necesitamos.

Cada cual guarda ese brillo en los ojos, único, especial, esperanzador. Cada cual lo reconoce en las diminutas ventanas que tienen las miradas que devuelven la vida cuando se pensó perdida para siempre.

Y por eso volvemos a levantarnos, a saludar la vida, a creer que con todo y el horror que nos pintó un año como el 2020, estamos vacunados con la necia y constante vocación por creer, por amar cada espacio por donde vamos a cumplir un destino que nunca será fatal, porque además es ganancia absoluta que del 2018 al 2020 todo lo vivido es extraordinario, pilón de gracia que no muchos reciben. 

De tal modo que respiro no para mí, sino para los que ya nunca podrán ver a sus seres amados hacerlo, pero que un día ya no tal lejano recordarán este capítulo gris y triste, como hoy lo hago, feliz de poderlo hacer y rogar porque otros lo hagan también, pese al dolor, pese a la tristeza necia que no se va.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

Related posts