
Pido la palabra
Mucha gente, sin medir las consecuencias, hace del chisme su modo de conseguir sus objetivos, y no se pone a pensar en el daño que hace a aquel que está colocando en el ojo de huracán; años de construir un prestigio se van por la borda en la boca de los mercenarios de la mala fe.
La vida nos ha enseñado que no podemos dejar contento a todo el mundo y, por lo tanto, nuestro camino estará plagado de muchos amigos, pero también de gente que, sin ser considerados nuestros enemigos, sí lastiman sustancialmente nuestro crédito.
La vida es presión permanente desde que nacemos, el nacimiento mismo es de suyo angustiante, nacemos y lo primero que se les ocurre es hacernos llorar para que respiremos, este acto es preludio de nuestro futuro, el respirar para la vida implicará muchas lágrimas.
Abrirnos camino en esta selva de asfalto no significa tener que pasar sobre un estado de nuestra conciencia, pues no olvidemos ese viejo adagio bíblico que dice que “con la vara que mides serás medido”, tan actual hoy en nuestros días, aunque inadvertido cuando de hacer daño se trata.
El tiempo todo lo cura, pero también todo lo cobra, y no podemos andar por la vida cuidándonos de todo y de todos, sería amargo para nuestro ánimo y para el ánimo de los que nos rodean; y jamás valdrá la pena arruinar la armonía familiar por las presiones a las que diariamente nos vemos sometidos.
Al que obra mal, mal le va, pero si lo entendemos en sentido contrario, la vida nos regresará también todo lo bueno que hagamos; por ello, más que preocuparse por lo que la vida nos dará, debemos ocuparnos en lo que debemos entregarle a la vida, pues la buena cosecha es producto de la buena semilla que sembremos.
Estar conscientes que el segundo lugar es el primer perdedor, esa es la regla y nadie se debe sentir engañado; de ahí que tanto en el triunfo como en la derrota, se debe tener humildad y asumir con dignidad los malos tiempos cuando no hicimos lo suficiente para mejorarlos.
Cuando no se sabe perder, siempre echaremos la culpa a las circunstancias en el mejor de los casos, o diremos que fuimos objeto de las trampas de los contrarios en el peor de ellos; el caso es que algunos no saben asumir su responsabilidad en la derrota.
Esto último es el signo de nuestra época, creemos ser los buenos de la película y que la única verdad válida es la nuestra, y cuando escuchamos posturas contrarias a la tesis que sustentamos, nos tornamos intolerantes a la oposición, echando por tierra su derecho a expresarse.
No cabe duda, el ganador se lleva todo, nadie debe discutir los méritos que los llevó al triunfo, como también, nadie reconocerá ni un céntimo de liderazgo cuando éste sea utilizado en detrimento de aquellos que los llevaron a la victoria.
Por ello, tendremos que seguir caminando hasta que el destino nos alcance, y es mejor hacerlo con entusiasmo; erradicar de nuestra alma, de nuestro corazón y de nuestra mente la amargura, el rencor y el resentimiento; estar limpios de ellos y vivir en paz consigo mismo, con nuestra vida y con nuestro entorno; recordar que lo que no nos destruye, entonces nos fortalece.
Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está.