490 AÑOS DE FIESTA BRAVA EN MÉXICO

#ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO
●    El pasado día 24 de junio se conmemoraron casi quinientos años de la primera corrida de toros en México.

Estimados Amigos, con el gusto de saludarlos a través de este espacio de Plaza Juárez. Ya en otras ocasiones hemos referido que fueron los Moros, durante el dominio que mantuvieron sobre España (711-1492), los que iniciaron la costumbre de alancear toros dando origen al toreo a caballo adoptado por los jóvenes nobles hispanos, que durante el Siglo XVII lo practican en fiestas patronales y fechas relevantes, auxiliados por sus pajes o “chulos”, como popularmente se les denominaba, que estaban dispuestos a distraer con sus capas a los toros cuando su señor se encontraba en peligro y que con cuchillos y espadas remataban a los Toros alanceados, cualquier herida que se infringía al animal se consideraba como buena, por ello se les nombró Matatoros.
Partiendo de lo anterior el origen de lidiar toros bravos se remonta al Siglo Séptimo de nuestra era y como es obvio entender de España pasa a América con la llegada de los Conquistadores.
En México el más remoto antecedente que existe de “correr toros” es el celebrado en la Ciudad de México el 24 de junio de 1526 en la Plaza ubicada en el predio donde estuvo el Mercado de “El Volador”, en donde actualmente se erige el edificio de la Suprema Corte de Justicia de la Nación “para festejar el triunfal regreso de Hernán Cortés de las Hibueras (hoy Honduras)”. Desde entonces, la fiesta de toros fue acogida por los habitantes de la Nueva España con enorme entusiasmo.
Posteriormente con un festejo taurino dado en la misma Capital del País el 13 de agosto de 1529, con el que se celebró el triunfo del Conquistador sobre la Gran Tenochtitlán, se instituyó de manera oficial “correr toros”, pues según el acuerdo de las autoridades se dijo que a partir de esa fecha todos los años se veneraría al señor San Hipólito, en cuyo día se ganó la Ciudad de México y se ordenó correr siete toros; costumbre que cada vez se fue haciendo más popular, hasta convertirse en eventos indispensables en las fiestas de poblados y ciudades desarrollándose en las plazas públicas de estas localidades, para lo cual se cerraban los accesos a estos espacios públicos, ya fuera con trancas, carretas, tablados o andamios en los que se acomodaba el mayor número posible de espectadores.
Sin embargo con la reglamentación de la Fiesta Brava en la Península Ibérica, se inició la construcción de inmuebles específicamente para la celebración de los festejos taurinos, siendo uno de los cosos taurinos más antiguos y significativos para los hidalguenses la Plaza de Toros de Tepeapulco, Hidalgo, precisándose en el Catálogo de Construcciones Religiosas del Estado de Hidalgo, publicado por los Talleres Gráficos de la Nación el año 1942, Dirección General de Bienes Nacionales, en su volumen II, página 235 y siguientes, la construcción del Convento y Templo de San Francisco, iniciada en 1528 y, en la parte posterior del mismo, una plaza de toros, lo que se hace constar en un plano que obra dentro del propio catálogo.
Abundando sobre la Plaza de Toros de Tepeapulco, ello no debe causar extrañeza, pues la historia confirma que en este lugar, conforme lo afirma Fray Bernardino de Sahagún, en su “Historia de las cosas de la Nueva España”, Tepeapulco, fue feudo de Hernán Cortés, allá por el año 1530 (Tan sólo cuatro años después de que se celebró la primera corrida en México, como se apuntó líneas arriba), además de que, “…en aquella comarca hay unas dehesas y llanos en que se dan y cogen tunas de tierra…”; es decir, dehesas que, implícitamente, tiene por significado la existencia de campo para criar al toro bravo; o sea, dehesa, significa, literalmente: “Lugar de cría y pastos de los toros de lidia”. (Diccionario Ilustrado de Términos Taurinos de Luis Nieto Manjón. Pág. 162). O, como dice el Glosario Taurino de José Luis Fuentes Palafox, P. 123; “Dehesa: Campo terreno para criar al toro bravo.- Ganadería, divisa, procedencia del ganado de reses bravas”.
Aunado a lo anterior, en Pachuca, de acuerdo con el historiador hidalguense, José Manuel Menes Llaguno, “…a mediados del siglo XVIII, en plano de 1746, aparece como Plaza de Toros de Avendaño, recinto alquilado por la familia de ese apellido a la Alcaldía Mayor para realizar corridas de toros a la usanza de entonces, a fin de presentar espectáculos complementarios a ferias o fiestas religiosas.”
Plaza de toros en la Bella Airosa, de mediados del siglo XVIII (1750), cuando en Ronda, España, surgía el establecimiento de reglas precisas que sustentaban los principios del toreo actual.
Si bien es cierto la manera actual de lidiar reses bravas no tiene nada que ver con la del siglo XVI, la tradición festiva de “correr toros”, cumple en nuestro país 490 años, arraigada en la cultura mestiza mexicana.
Por ahí nos vemos ENTRE EL CALLEJÓN Y EL TENDIDO si Dios lo permite.

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