TEMPORAL
En la escena política nacional es posible apreciar el sentido de urgencia para cerrar la página que versa sobre la desaparición de 43 normalistas de Ayotzinapa. A la fecha sólo se ha demostrado científicamente la muerte de uno de ellos, aunque no hay elementos para afirmar que, en efecto, sus restos fueron reducidos a cenizas en un basurero guerrerense.
Si los demás corrieron la misma suerte, es una cuestión que no puede probarse fehacientemente, pues depende de la veracidad de las declaraciones ministeriales de presuntos implicados. Aún bajo el supuesto que sus afirmaciones sean verídicas (todos platicamos según como nos va en la feria), existe una diferencia sustantiva entre verdad histórica y pronunciamiento oficial.
La cuestión es que cuando se asume que hay una verdad histórica, se deja de considerar todo lo demás. El discurso oficial adquiere, así, un sentido cuasi-absolutista. También, dado que es una investigación policial, puede asumirse que no hay más evidencias. En los hechos se cierra la investigación y, sin decirlo, se da carpetazo al asunto esperando que ningún cabo suelto ponga en riesgo el entramado, y este se derrumbe como un castillo de naipes. Me refiero, desde luego, al corto plazo. El que interesa en un año electoral como el 2015 y en el cual no convienen las movilizaciones en demanda de justicia.
El mensaje es claro y refuerza otras expresiones en el mismo sentido: darle finiquito al asunto con mayor impacto político del sexenio. La punta del iceberg con el que se impactó el moderno y no menos lujoso trasatlántico con un mexiquense al timón. Navío que comienza a hacer agua después de abandonar el puerto con grandes expectativas y un mar de ilusiones en el imaginario de los tripulantes. ¡A toda má… quina!, fue la orden y el sentir.
Actualmente, sin embargo, comienzan a dar muestras de cansancio. Sienten que el mundo, literalmente, les cayó encima. Incluso los personajes más destacados del gabinete denotan preocupación. Se habla de cambios, pero ciertamente no hay quienes tengan la capacidad requerida: contamos con políticos, no con estadistas. No estaban preparados para el impacto y el navío tiene un serio daño estructural. La apuesta parece ser aguantar hasta llegar a algún puerto de gran calado. Y es que no es sólo Ayotzinapa, también está la economía, la creciente inseguridad, etcétera, etcétera.
Quienes se movilizan tienen también su verdad. Igual en las calles que en las redes sociales. Para ellas y ellos no hay vuelta de hoja. La mayoría viajan en la clase económica. Saben que los botes salvavidas no alcanzan. Están reaccionando porque el agua comienza a subir. Unos piensan que aún es tiempo, el agua aún no les llega al cuello. Otros ya sienten el agua en los aparejos. Los menos, son familiares de las víctimas -más de 20 mil personas desaparecidas es fácil decir-. No creen en la verdad oficial. Habrá quienes sí. Algunas veces me parece que ni quienes la expresan se la creen.