Mochilazo en el tiempo

El carpintero que fundó el primer manicomio femenil en la capital 

En la actual calle de Donceles, donde hoy se encuentra el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud, en 1700 se fundó el primer hospital psiquiátrico de la Ciudad de México, a iniciativa de un matrimonio que comenzó

EL UNIVERSAL 

 

 

Aquel día de 1687, la señora de Sáyago le hizo una petición a su esposo José, una que cambiaría sus vidas por completo. Le pidió autorización para recoger y albergar en su casa a su prima María de la Concepción, quien al perder la razón vagaba por las calles de la ciudad. José Sáyago, un humilde artesano carpintero, no pudo negarse y acogió a la desamparada. Después de esto en la pareja se despertó una preocupación por otras mujeres en las mismas condiciones y comenzaron a recogerlas en su casa.

A partir de ese momento, la casa de los Sáyago, ubicada frente a la iglesia de Jesús María, se convirtió en el primer albergue que recibía únicamente mujeres dementes de la Nueva España. De la noche a la mañana aquel carpintero inició los cimientos de lo que sería el primer hospital psiquiátrico para mujeres de la Ciudad de México.

Quienes vieron la caridad de aquella pareja se les unieron. Primero fue un padre jesuita, Juan Pérez, quien les enviaba limosnas; después, ya para 1690, el arzobispo de México Francisco de Aguilar y Seijas, quien les rentó un inmueble más grande para trasladarse ahí con las enfermas y absorbería los gastos de la propiedad, además de brindarles vestido y sustento.

El inmueble permitió el acomodo de 55 enfermas, que eran atendidas por el matrimonio, además de 7 enfermeras a sueldo que llegaron a sumar 27. De los registros que se tienen de aquellos días, de las 55 internas, 26 murieron y 29 mejoraron; aunque algunos documentos históricos refieren que el albergue llegó a recibir hasta 76 mujeres.

Tras la muerte del arzobispo de Aguilar y Seijas en 1698, la institución quedó temporalmente sin sostén; sin embargo, los Jesuitas se hicieron presentes para retomar el proyecto y patrocinar la obra. La Congregación del Divino Salvador de inmediato decidió comprar un lugar donde se alojara el hospital. Así, en 1699 se compró una finca situada en la actual calle de Donceles, antiguamente llamada Canoa.

Finalmente, en 1700 se estrenó el edificio que albergaría el Hospital del Divino Salvador, el cual también era conocido como Hospital de la Canoa, justo por la calle en la que se cimentaba. Tras esto, José Sáyago no se alejó de la obra, por lo que instaló su taller de carpintería en una accesoria inmediata a la casa de las mujeres dementes, donde permaneció hasta su muerte.

La población de enfermas contaba con mujeres llevadas por parientes, recomendadas por algún médico, trasladadas de otros hospitales, indigentes, pensionadas o distinguidas que, por pagar una mensualidad, eran aisladas del resto de las enfermas.

En el hospital se recibían niñas y adultas epilépticas. Para ingresar debían acreditar salud, moralidad y buenas costumbres. Había un breve interrogatorio que era una historia clínica. La enferma también necesitaba un certificado de un médico titulado. Y todas, al ser admitidas en el nosocomio, eran declaradas incapacitadas, quedando privadas del ejercicio de sus derechos civiles y de responsabilidad criminal. Según documentos del hospital, en 1730 eran más de 300 mujeres las que se encontraban hospitalizadas.

No se permitía la visita sin autorización del director. La disciplina consistía en que todos los días a las 5:30 am se celebraba misa que oficiaba el capellán del establecimiento; las enfermas que estaban en disposición se levantaban a las 6 de la mañana en verano y a las 7 en invierno; inmediatamente se les daba el desayuno y enseguida hacían lo que se les encomendaba atendiendo su capacidad; a las 9 am era la visita del médico; a las 9:30 la distribución de medicinas; a las 11 el almuerzo y descansaban; a las 3 pm se hacía distribución de medicinas y se daba algún alimento a quien lo necesitara; a las 5 pm se rezaba el rosario; a las 5:30 era la comida y con prudente intervalo se recogían a dormir.

En 1767 por el decreto de expulsión contra los jesuitas, el hospital tomó el nombre de Hospital Real, pues pasó a depender del Real Patronato. Por eso entre 1800 y 1802 se le hicieron nuevas reformas: se arregló la capilla, la rudimentaria enfermería, los cuatro patios encuadrados en una bella arquería y se añadieron 19 celdas para brindar mayor comodidad a las enfermas y así eliminar las jaulas.

En 1824, luego de la Independencia de México, pasó a depender del Ayuntamiento de la Ciudad y fue declarado Hospital General de la Federación; el cuidado de las enfermas fue puesto en manos de las Hermanas de la Caridad hasta 1861, cuando el hospital pasó a formar parte de la Beneficencia Pública.

Hacia la época en que cerró el hospital, llegó a tener 150 enfermeras, e incluso se pensó en que se buscara otro lugar para trasladar a las enfermas a San Ángel o Tlalpan, pero la idea nunca prosperó.

Un tributo a la memoria. El edificio actual de Donceles 39, construcción que sustituyó al Hospital del Divino Salvador luego de que éste cerró sus puertas, poco antes de septiembre de 1910, cuando se estrenó, como parte de los festejos del Centenario de la Independencia, el Manicomio General de La Castañeda, a donde las enfermas fueron trasladas, terminó con los 223 años de vida del hospital.

El inmueble, ubicado frente al Teatro Esperanza Iris, fue usado en la Revolución como Cuartel del Segundo Regimiento de Caballería; razón por la cual el presidente Venustiano Carranza instruyó la demolición (rescatándose sólo el 20% de la construcción original) para edificar el actual, que albergaría las oficinas de la Dirección de la Beneficencia Pública, que terminaría inaugurando el presidente Plutarco Elías Calles el 21 de febrero de 1927. Así, desde 1945 es el Archivo Histórico de la Secretaría de Salud. El documento más antiguo que preserva data de 1561 y pertenece al Hospital de San Pedro, y donde se puede encontrar cómo era la vida de ese hospital.

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