
ALFIL NEGRO
En la fiesta de mi pueblo
Del Arcángel San Miguel,
“Virgiñita”, voz de siglos
Llenaba el templo del flores,
Y el pueblo todo acudía
A la misa de la fiesta,
Entre nubes de un incienso
Que no he podido olvidar.
Las campanas ese día
Sonaban a plata limpia,
Y el armonio allá en el coro
Eran cenzontles cantores,
En alabanza a colores
Pasa el Señor San Miguel.
Era sin duda lo entiendo
Un pueblo recién nacido,
Los hombres camisas nuevas,
Las muchachas faldas amplias,
Los niños recién bañados,
Y almas nuevas en todo
Alabando a su Creador.
Pero yo niño pequeño
Lo único que quería
Era subirme a los juegos,
Al único que llegaba
Caballitos de madera,
Que yo pensaba eran miles
Y ahora ya de grande
Me entero con gran ternura
Que solamente eran seis.
Y no eran los caballitos
Como muchos los conocen,
Porque esos caballitos
Que yo miraba gigantes
Daban vueltas y vueltas
Movidos por un empleado,
Mientras jinetes del cielo
Los niños jinetes santos,
Nos perdíamos en los sueños
En esas tardes de fiesta
Del arcángel San Miguel.
Ahora que ha pasado el tiempo
Conozco ya muchos parques,
En ciudades de otras tierras,
Con juegos de mucha ciencia
Y alta tecnología,
Pero tengo aquí en el alma
Un sentimiento hecho roca,
No cambio mis caballitos
Despintados y sin ojos
De las fiestas de mi pueblo,
Por estos juegos lujosos,
Porque los juegos del pueblo
Sin motor y casi ciegos,
Tenían algo que emociona
Eran caballos con alma,
Niños de pino y Sabino,
Madera de bosque bueno,
Lobos del cuento del bosque
Caperucita y Pinocho
Niños todos como yo.
Pero en mi vida ya larga,
Hay dos recuerdos que tengo
Dos caballitos tan vivos,
Que aunque ya pasaron años
Cabalgan en mis recuerdos.
El primero es un caballo
Que me regaló mi padre,
Era una caña de Milpa
Con un mecate amarrado,
Que una tarde me recuerdo
Al regresar del campo
Me lo regaló mi padre.
Y en ese caballo verde
Cabalgué por anchas nubes,
Toque estrellas y lunas,
Y espero que me lo crean
Jugué carreras volando
Con ángeles del Señor.
Después tuve más juguetes
Muchos sin duda bonitos,
Pero ninguno lo digo
Como el caballo de caña
Que me regaló mi padre.
El otro caballo hermoso
De madera y con sus ruedas,
Era el caballo de mi hijo
Del niño que nos dejó.
Él jugaba, lo recuerdo
Y mientras daba la vuelta,
Nos decía con su manita
Adiós padres tan queridos,
Y nunca lo imaginamos
Que era un adiós por siempre,
Caballito de madera
De mi niño pequeñito
Que cabalgando se fue.
Caballitos de mi pueblo
De caña y madera roja,
Cuántos sueños y tristezas
Cuantas risas y alegrías,
Que aún con los años viejos
Me recuerdo como niño
Y niño me quedaré.