Ahora la carretera resulta ser un árbol de navidad tirado en el asfalto

Ahora la carretera resulta ser un árbol de navidad tirado en el asfalto

LAGUNA DE VOCES

Hay un tren inmenso en la carretera todas las noches, con pasajeros que han pasado la mitad de su vida, o más, en un viaje cotidiano que aceptan con singular resignación; porque saben en su mayoría que no es el autobús o el automóvil particular el que los transporta, sino vagones con lucecitas que iluminan el camino y de alguna manera los hacen sentirse menos solitarios.

Durante muchos años regresar a Pachuca procedente del entonces Distrito Federal, resultaba un camino solitario luego que la desviación a Ojo de Agua dejaba uno que otro vehículo rumbo a la capital hidalguense. Esos tiempos eran otros, porque para los que iban en autobús mirar el campo, la cerrada oscuridad, llevaban irremediablemente a la reflexión que todos acababan por hacerse: “¿así será el resto de mi vida?”.

Para muchos que conocí en esos tiempos resultó una profecía exacta, y un día cualquiera ya no aparecieron en el autobús de las 5:20 de la mañana, y menos en el de las diez de la noche. Todos sabíamos que simplemente no regresarían, porque habían tomado el camión que lleva a un lugar del que ya no se puede tomar otro que los trajera de vuelta.

El único acompañante de cada automotor que transitara a esas horas por la México-Pachuca, era una luz allá a lo lejos, y cuando el tráfico era intenso, no más de tres separadas por varios kilómetros. La soledad se llegaba incluso a disfrutar, aunque la verdad siempre acababa por lastimar.

Ahora la carretera resulta ser un árbol de navidad tirado en el asfalto. Las luces no dejan de prenderse, apagarse, cobrar intensidad cegadora, y así en un ritmo que parece hecho por un coreógrafo profesional. Cada luz es siempre una historia, todas seguro de esfuerzo, resignación a cambio de que la familia que vive en Pachuca esté segura, aunque el padre de familia tenga que viajar todos los días a la capital del país para trabajar.

Desde esos tiempos, La Bella Airosa es una ciudad dormitorio, al menos para uno de los padres.

La diferencia es que ahora, a cualquier hora, hay tráfico. Sea o no hora pico, la compañía se cuenta en cientos, y con todo y que hace más peligroso el viaje por aquellos que van como alma que lleva el diablo, lo cierto es que cuando menos existe la sensación de que se va acompañado por otros que cumplen una misión única y vital: sacrificarse por los que se aman.

El panorama también es otro. En esos años ver que se pasaba la fábrica de Muebles Dixy, avisaba que Pachuca estaba a unos minutos, aunque viéndolo bien todavía faltaban muchos kilómetros.

Siempre es una emoción única regresar al lugar donde vivimos. Aquí logramos construir una historia, la nuestra, que da testimonio de todo lo que hoy mismo somos. Sabemos que seremos recordados, llegado el momento, por quienes hoy mismo nos quieren, nos extrañan, nos miran con gusto cuando de nueva cuenta pisamos la tierra que logró concretar muchos de los sueños que de jóvenes empezamos a tener.

Y eso emociona a cualquiera.

Todavía más ver una ciudad que ha crecido casi junto con nosotros, y que nos gusta, nos llena de orgullo, aunque ahora los hijos recorran el camino exacto que hicimos pero en sentido contrario.

Regresar a Pachuca siempre es regresar a casa, es decir al amor, es decir a la vida, es decir al único escenario donde, de algún modo, nos sentimos felices.

Mil gracias, hasta mañana.

jeperalta@plazajuarez.mx/historico/historico

@JavierEPeralta

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