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TRES COPAS

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TRES COPAS

PEDAZOS DE VIDA

La Chela

Como en todo inicio, el pretexto se hizo presente, en esta ocasión el quemante calor provocado por los rayos del primer sol de la primavera indicaron la ruta para mitigar la sed con un “refresquito amargo” de esos que pasan como agua cuando se tiene sed.

Como en todo lugar, el típico “donde quiera son tres”  salió a relucir, y luego el “una no es ninguna y dos es la mitad de una…” terminaron por hacer que el cuerpo se convirtiera en una máquina destiladora de cerveza.

Como es sabido, la miadera estaba al por mayor, y las canciones no dejaban de escucharse, entonces lo que parecía un gustito se convirtió en la puerta abierta al hedonismo puro, hasta llegar al momento cúspide de la perdición.

Y como lo anuncian las estadísticas, el “yo puedo”, terminó con una vida más, de quien en pleno sol de primavera decidió beberse una cerveza que se convirtió en muchas y en un accidente automovilístico que, de paso, como siempre, tuvo otros difuntos que ni la debían ni la temían…

Vodka

No sabía dónde estaba ni recordaba cómo había llegado hasta ahí,  hasta el momento justo en que vio al Jimmy con la cabeza casi metida en el excusado, su ropa llena de vómito y con aroma a orégano del pozole que cenaron, el desmadre de la casa y las botellas vacías en la mesa de la sala.

Así que antes de que alguien más despertara, agarró sus cosas; vio que más se podía llevar, abrió al puerta, y  salió;  con una computadora portátil, con una cruda infernal, con su chamarra al hombro y se alejó de la casa de quién sabe quién, para no ser visto jamás.

La pulcata

Ya la iban a cerrar, y cómo dejar que se fuera sin echar el último pulque en la Reyna Xochitl, lugar donde no se distinguía entre los aromas de orines, el pulque y los sudores de decenas de hombres que la frecuentaban, ahí habían visto perder en el juego de la baraja al Felipe antes de que se suicidara por ver visto derrocado su honor.

Ahí mismo fue donde cada día se contaban las penas, se daban consejos y se hacía tiempo para encaminarse al burdel. ¡Que Xoma ni que nada! Ahí se tomaba en jarro ya lo decía don Simón, el viejito que tuvo la paciencia de calmar a los briagos y evitar que se acuchillaran dentro, aunque no siempre logró que la sangre corriera fuera de La Pulcata.

Hace dos semanas murió el viejito tan querido por todos los borrachines, y ahora cerrarían La Pulcata, eso  le habían dicho a don Chucho, así que no perdió tiempo y después  de terminar su jornada de trabajo, sin concluir los aplanados de un muro; se encaminó al lugar,  abrió las puertas de madera de un solo golpe, como quien entra a una cantina del viejo oeste, pidió un jarro de teoctli y olvidó su juramento hecho ante la Virgen de los Remedios de aquel lugar.