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Violencia virulenta…

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Violencia virulenta…

Pido la palabra 

Hablar de la violencia es hablar de un mundo en el que sin duda todos tenemos un punto de vista, bien puede ser de condena, bien puede ser de justificación, todo depende del lugar en que queramos ubicarnos o del papel que juguemos en el sistema, todo será según el cristal con se mira.

La violencia se está dando de manera recurrente en todo el país y por diversas causas, muchas de ellas verdaderamente estúpidas, como las que se presentan en el ámbito deportivo, en donde se supone debe prevalecer el juego limpio, dentro y fuera de la cancha, violencia sin razón, aunque no faltan los mentecatos que ponen al frente la razón de la violencia.

Violencia, como la perpetrada contra periodistas y que solo se pretende resolver con declaraciones, como si los buenos deseos fuesen suficientes para detener esa espiral violenta fomentada por el miedo y la frustración, producto de la inseguridad que es el signo de nuestros días; violencia virulenta expresada en las campañas políticas en donde la propuesta pasa a un segundo término, pues normalmente ésta es tragada por la guerra de insultos.

La violencia en México está en un trance peligroso y los gobiernos no han podido o no han querido tomar las acciones que tiendan a abatirla, ¿para qué hacerlo?, si con declaraciones se “resuelve el problema”. Pareciese que las Autoridades no se dan cuenta que la violencia se percibe, se huele, se ve día con día en todos los medios, en todos los lugares, en todas las cosas.

A las nuevas generaciones de ciudadanos se les está inyectando un embrión de violencia y recelo; se les hace dudar de todo lo aprendido, se les enseña que debemos vivir en comunidad y, saliendo de la escuela, lo primero que observan son bardas pintarrajeadas con leyendas violentas, noticias violentas, declaraciones oficialistas con una alta dosis de violencia.

Estamos forjando mexicanos con carácter riesgosamente agresivo, hostil y desconfiado; y no me refiero solamente a la delincuencia o a la inseguridad pública; entendamos, se trata de una violencia constante del medio que nos rodea y resulta cada vez más incompatible con los fines humanitarios que nuestros padres y abuelos alguna vez nos inculcaron.

Esta violencia recurrente no se ha dado por generación espontánea, o porque exista una predestinación que nos haya arrastrado a este estado de cosas; la violencia tiene muchos orígenes y la mayoría de ellos son previsibles pero todavía no hemos hecho gran cosa para su prevención, al contrario, cada mañana se le pone un granito de arena para alimentarla, para engordar aún más a ese animal violento y hostil que terminará por devorarnos.

La violencia recurrente que por ser cotidiana nos ha hecho perder paulatinamente nuestra capacidad de asombro, los secuestros, los asesinatos derivados del narcotráfico, ajuste de cuentas, violaciones, violencia intrafamiliar, policías corruptos y muchas veces fuente del delito, prostitución, ¡uff!, todo ello es buen alimento para nuestro espíritu.

Este estado de cosas genera ciudadanos cada vez más violentos y propicia que se enrarezca el ambiente social.

A las nuevas generaciones no debemos acostumbrarlas a la violencia, sino a la convivencia, enseñarles con el ejemplo que únicamente con el derecho es como vamos a hacer posible el crecimiento social sano, no hay más, todos debemos trabajar para lograrlo, quedarnos con los brazos cruzados es una forma de sumisión a la violencia y ese es un riesgo que no nos podemos permitir.

Las palabras se las lleva el viento, pero mi pensamiento escrito está