
Ricardo Segura | EFE Reportajes
Una de las maldiciones más famosas del mundo es la del faraón Tutankamón que reinó en el Antiguo Egipto. Desde que se descubrió su tumba en el Valle de los Reyes en 1922, circularon historias sobre el terrible destino al que, presuntamente, se enfrentaron aquellos que se atrevieron a violar su lugar de descanso final.
“Si hay una tumba en Egipto que ha conseguido acaparar todas las miradas, por diversos motivos, desde su descubrimiento, esa no es otra que la KV62: la tumba del faraón Tutankamón”, señala el investigador del pasado Manuel Jesús Segado-Uceda.
Segado-Uceda es licenciado en Historia del Arte, especializado en arqueología y patrimonio histórico, y un activo divulgador de los secretos, leyendas, enigmas y la historia ignorada, tanto de su provincia natal, como del mundo.
Analiza el surgimiento y la evolución de la que quizá sea “la maldición más famosa del mundo” en su libro ‘Tumbas misteriosas’, donde expone una serie de investigaciones sobre los cementerios, sepulcros, epitafios, esculturas y monumentos funerarios, situados en distintos puntos del planeta.
“Encontramos versos que pueden interpretarse como maldiciones que recaerán en quienes osen profanar las tumbas y el descanso de sus moradores, acerca de lo cual ya hablaba el egiptólogo francés Henri Sottas, en un libro de 1913”, añade.
“En noviembre de 1922 la expedición comandada por el arqueólogo Howard Carter y financiada por Lord Carnarvon, se topó en la necrópolis del Valle de los Reyes, cercana a la ciudad de Luxor, con el primero de los dieciséis escalones horadados en la piedra que conducían hasta la tumba, prácticamente intacta, del conocido como `faraón niño´, debido a su juventud”, explica Segado-Uceda.
MUERTES INQUIETANTES.
“Cierta o no la maldición, el miedo y la creencia en esa supuesta condena se fueron acrecentando. Durante los años siguientes al descubrimiento de la cripta real se produjeron acontecimientos insólitos, así como más de una veintena de muertes en circunstancias extrañas de personas relacionadas de alguna manera con el descubrimiento”, señala Segado-Uceda.
“Algunas de las muertes más inquietantes fueron la del magnate del ferrocarril americano George Jay Gould I, quien enfermó de unas extrañas fiebres mientras visitaba la tumba, a consecuencia de las cuales falleció en mayo de 1923”, asegura.
“En julio de 1923 falleció en Londres a causa de un disparo que le efectuó su esposa tras una discusión, el príncipe egipcio Ali Kamel Fahmy Bey, quien también había visitado la tumba de Tutankamón”, prosigue.
“En septiembre del mismo año, el coronel Aubrey Herbert, hermanastro de Carnarvon y que había estado presente en la apertura de la tumba, falleció a causa de una infección tras someterse a una intervención dental”, añade el historiador.
Otro hecho extraño tuvo lugar en 1962, según el autor. “Ocurrió cuando un doctor apellidado Eldin, quien negó la maldición de Tutankamón y atribuyó muchas de las muertes a la presencia en la momia del peligroso hongo “Aspergillus Niger”, causante de serios problemas respiratorios, murió en un accidente de tráfico… justo tras presentar esas conclusiones en una rueda de prensa”.