Ira reprimida

Ira reprimida

Pido la palabra 

La vida nos va llenado de resentimiento, de frustración, pues no alcanzamos a comprender porqué todo lo que levantaste en años, se pierde en meses, quizá en días; te acongoja la displicencia de los que te rodean, el “se me olvidó” lo equiparas a un “me importa muy poco y por eso no me acordé”; nos vamos cargando de energía negativa, el panorama se torna oscuro, y nadie mueve un dedo sino para justificar conductas apáticas, y te mojas con el agua de esa corriente, y ésta te envuelve en su caída.

Es desesperante ver la confusión de que todo y a la vez nada importa, pues para todo hay una respuesta, aunque esa respuesta siempre sea de justificación, nunca de compromiso; y mañana, todo sigue igual, la severidad de antaño que creías era la causante de los males, hoy adviertes que solo era una forma de disciplina que se ha abandonado; y empieza la lucha contra la ira que impides se haga presente, te la comes, su sabor es hiel que te amarga, te envenena; y algún día ya no habrá mañana.

La ira es una emoción poderosa mal utilizada, energía que se desvía hacía el agujero negro que todo aniquila, fuerza que destruye y autodestruye, y por ello en autodefensa nos predispone a la agresión, poniendo más piedras en el camino de suyo empedrado; pero alrededor nada pasa, todo sigue igual, nadie se ha enterado, la ira ha sido reprimida, los daños solo son en tu ánimo, pero ello de cualquier manera a nadie importa.

Seguramente todos quisiéramos usar nuestras emociones para hacer el bien, para disfrutar lo que eres sin sentirte culpable de lo que fuiste; para con ese ánimo construir un nuevo camino; pero la depresión te pone una venda en los ojos que hace más difícil el transitar en esa vereda, en donde quizá, te das cuenta que estás solo, aunque rodeado de mucha gente igual o peor que tú.

Eterna contradicción, peleando con los demás, peleando contigo mismo, reprochándonos nuestra falta de agallas para enderezar el camino que estando así, a todos complace, excepto a uno mismo; pero no atinamos a salir, nos hemos abandonado, nuestro consciente quiere emerger, pero al reprimir la ira también hemos reprimido nuestro fuerza para construir, y la corriente nos sigue arrastrando y tarde o temprano nos ahogará.

Pero nada está aún extinguido, la última palabra todavía no la has escrito, aún hay una luz en el entendimiento que te dice que debes continuar, despertar a la realidad de cada día, y cada día empezar a colocar nuevamente un ladrillo hasta terminar una nueva fortaleza, más fuerte, pues estará cimentada con la experiencia de saber lo que hiciste bien y lo que hiciste mal; ya no te distraigas en guiar el camino de los demás, primero reconstruye tu propio camino y después invítalos a acompañarte, y que su decisión no te avasalle; tu Yo interno te deberá ayudar a aprender cómo controlar la ira y te dará la fortaleza y la sabiduría para lidiar con ella, aunque a tu alrededor, siga sin pasar nada.

Las palabras se las lleva el viento pero mi pensamiento escrito está

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