
En plena era de la globalización, parece un pecado hablar de Nacionalismo y citar al vate López Méndez, personaje que es un auténtico desconocido para los jóvenes. Durante generaciones nos formaron y a la vez formamos un sólido grupo de valores en torno a la patria y a sus grandes mitos.
Hasta la fecha existen familias que se ponen de pie, aún ante la mesa en donde están ingiriendo sus alimentos, cuando los acordes del himno nacional los convoca a gritar, con voz estentórea ¡Viva México, cabrones! Me parece importante hacer un momento de reflexión para repreguntar ¿Qué es el Nacionalismo? y recontestar: Es una corriente de pensamiento que se basa en el principio de la soberanía nacional; el cual considera que la nación es la única base legítima del Estado.
Esto, necesariamente nos lleva a interrogar ¿Qué es la nación? y a analizar con cuidado las notas conceptuales que componen todo intento de definición. Los diccionarios coinciden en que nación, es un conjunto de personas de un mismo origen étnico que comparten vínculos históricos, culturales, religiosos… y tienen sentido de pertenencia a un pueblo o comunidad; generalmente hablan el mismo idioma y comparten territorio. El poeta decía: “México, creo en ti, porque nací de ti, como la flama es compendio del fuego y de la braza…” en lenguaje filosófico,
Ortega y Gasset lo define como un grupo de seres humanos que comparten su circunstancia. También se dice que es una comunidad social con organización política común, un territorio y órganos de gobierno propios; soberana e independiente políticamente de otras naciones. Para el bardo, libertador y patriota cubano José Martí, “Patria es comunidad de intereses, unidad de tradiciones, unidad de fines, fusión dulcísima y consoladora de amores y esperanzas”. En la actualidad se cuestiona todo. Antes se hablaba de la supremacía constitucional, un poco siguiendo el pensamiento formalista de Hans Kensel y su famosa pirámide, en cuyo vértice se encuentra ni más ni menos que La Constitución. Por eso López Méndez decía: “México, creo en ti, porque eres el alto de mi marcha y el punto de partida de mi impulso…”; esto es: Nada ni nadie por encima de La Constitución.
El advenimiento poderoso del respeto a los derechos humanos, obligó y obliga a revisar el acervo jurídico y doctrinario de la Soberanía. El Principio de Convencionalidad hace taxativo que, en esta materia, los tratados internacionales tengan igual jerarquía que la propia Constitución; así, el Nacionalismo comienza a caminar por la senda del internacionalismo, pero no muere del todo; se encuentra impregnado en el ADN de cada mexicano y sale a relucir periódicamente, más aún en el tricolor mes de septiembre. Aunque existan personas que “tienen otros datos”, tres son los grandes momentos que propiciaron la transformación de México para llegar a ser lo que es: La Independencia, La Reforma y La Revolución. Tal parece que, en este momento, nuestro devenir avanza de manera inexorable hacia nuevos e inimaginables escenarios. Ojalá que las sendas hasta ahora recorridas, no tengan camino de regreso.
Mucho se ha hablado de este concepto, incluso, en Europa, se llegó al extremo de convertirlo en bandera ideológica de la segunda guerra mundial (El Nacional Socialismo); cuando se imbuye en las mentes ciudadanas y principalmente infantiles, se corre el riesgo de declarar odio a todo ser ajeno a la comunidad (“más, si osare un extraño enemigo…”).
Quienes tuvimos el privilegio de ser profesores de primaria, encontramos el escenario propicio para transmitir estos valores durante los homenajes a la bandera, todos los lunes comprendidos en el calendario escolar: el Himno Nacional, los cantos a la bandera, a los Niños Héroes, los poemas épicos, las obras de teatro y la configuración de imágenes de los actores heroicos en cada etapa y su influencia en la conducta juvenil y adulta de aquellos niños, en comparación con generaciones más recientes; se advierte mucho el cambio. A mi juicio, hace falta el Civismo en la educación básica, media y media superior.
La selección metodológica de los hechos trascendentes, debe interpretarse y procesarse por los profesores, antes de transmitir nociones de historia patria, éstas, habrán de perdurar por siempre en las mentes fértiles e inmaculadas de la infancia mexicana; un profesor mal preparado sembrará semillas mediocres y de mala calidad, mismas que morirán antes de integrarse en la personalidad del educando. En este escenario, todos los conceptos son revisables. Un ex presidente de México agregó un adjetivo al sustantivo. Habló de Nacionalismo Revolucionario; para bien o para mal, ahí quedó el asunto.
El fundamento jurídico de esta doctrina se encuentra en el artículo tercero, apartado A, fracción II, inciso b, en el cual se define el criterio que habrá de orientar a nuestra Constitución: “Será nacional en cuanto sin hostilidades ni exclusivismos, atenderá a la comprensión de nuestros problemas, al aprovechamiento de nuestros recursos, a la defensa de nuestra independencia política, al aseguramiento de nuestra independencia económica y a la continuidad y acercamiento de nuestra cultura”.
Repito, la naturaleza flexible de nuestra ley suprema, permite que todos sus principios sean revisables, que admitan las reformas y adiciones que se consideren necesarias. Deberán aprobarse por las dos terceras partes de los individuos presentes en ambas cámaras integrantes del Congreso de la Unión (mayoría calificada) y por la mayoría (simple) de las legislaturas de los estados. Lo único que espero, como ciudadano mexicano, es que no se derogue el principio “Sufragio efectivo, no reelección”. Prisciliano Gutiérrez. Septiembre 2022.