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Vacaciones en casa 

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Vacaciones en casa 

PEDAZOS DE VIDA 

Sí, ese andrajoso muerto de hambre que ven tirado en la banqueta soy yo. No tardan en llegar los curiosos que seguramente mirarán mi cabeza llena de sangre y pensarán que estoy muerto, pero no es así, sigo vivo aunque por un momento creí que había decidido morir.

Hay ocasiones en las que uno siente que nada más vive por vivir, y así me sucedió a mí. No, no hubo un rompimiento con mi novia porque hace un par de años que no tengo, tampoco me fue mal en el trabajo, al contrario creo que todo va bien. Sí, ya sé que dije que andrajoso y muerto de hambre, pero eso fue después. Tampoco tenía problemas con la gente, pero se me ocurrió tomar vacaciones sin ir a ningún lugar.

No tomé el tiempo porque quisiera tomarlo, sino porque la nueva Ley así lo marca. Y el día que no es tomado tampoco puede ser pagado; además, le genera un problema a la empresa quién deberá pagar una multa si no da las vacaciones correspondientes al trabajador. Así fue que tuve que irme de vacaciones sin tener un lugar y sin querer ir a algún lugar.

Al inicio todo parecía bueno, quizá no tener que ir a la oficina, no escuchar los problemas de Nájera o las puterías de Méndez me haría bien, tampoco estaría ahí para saber si la hija de doña Geno se fue de casa o se quedó a vivir con el novio en el hogar de la viejita que con trabajos puede hacer el aseo, y seguramente tampoco sabría el desenlace de la promoción que intentó Ceci, aunque todos sospechábamos que tras lo sucedido con la esposa del jefe ya no habría ascenso.

Bueno, pues tomarse unos días para estar en casa no parecía mala idea, podría ver televisión, buscar algunas películas, dormir un poco más, leer los libros que tenía pendientes y con las comidas desayunos y cenas el tiempo parecía que se iría volando y tras 14 días de vacaciones estaría de regreso en la oficina rejuvenecido por el descanso y el confort del hogar.

La idea del suicidio llegó el segundo día, en el primero pude hacer todo lo que había planeado sin que una sola de esas actividades me diera la paz y quietud que necesitaba, veía el reloj e imaginaba “a esta hora ya llevaría la mitad de la jornada y no he hecho nada más que estar acostado”, “ahora, ya estaría terminando para salir y no he hecho casi nada aquí”, creo que el sentirme poco productivo para los demás hizo que me olvidara nuevamente de mí.

Leí algunas partes de los libros, pedí comida en casa, evité salir, y poco a poco el demonio interno de los pensamientos mal habidos se comenzó a desencadenar dentro de mí, entonces fui al cine y hasta ahorita sigo sin recordar la película que vi, tragué palomitas y bebí refresco sin mayor alegría que la de hacer algo diferente que resultó ser lo más monótono de las vacaciones, un montón de gente formada en una fila para ver una película en una pantalla mientras come palomitas y bebe refresco que se acaba en los anuncios del inicio.

Pensé en la imagen grotesca de mi cuerpo desnudo en la tina de baño con las muñecas de fuera y una línea de sangre que escurre desde la muñeca hasta la coladera, el azulejo manchado y el olor de la sangre; también me imaginé colgado del techo o con los huesos quebrados porque seguramente la lámpara no aguantaría mi peso.

Imaginé una muerte estúpida como un resbalón en las escaleras o atropellado por un Tsuru descompuesto cuya velocidad no puede ser mayor a los 60 kilómetros por hora; perdí la noción del tiempo, mientras en mi cabeza surgía mi imagen en cada una de las posibles muertes que había visto en televisión, o había leído en algún lugar; en las noches antes de dormir veía la silueta de un asesino que, cuchillo en mano, llegaba hasta mi recámara para asesinarme.

Una noche soñé que la muerte llegaba mientras me tambaleaba en la cima de un edificio a la cual nunca supe cómo llegué y mientras esto sucedía, las ganas de levantarme, contestar mensajes, bañarme, comer o salir a la calle se iban extinguiendo, pero al final del túnel la luz se había dejado ver.

Hoy era el último día, con la poca fuerza que tuve me levanté. Intenté comer un yogurt que estaba en el refrigerador pero mi estómago lo rechazó, salí a la calle para tratar de arreglar mi vida de la mejor forma, comenzando con una torta de tamal, después iría a la estética, en eso estaba cuando el Tsuru pasó y no se detuvo…

¡Ay! De todos los vecinos que pudieron llegar antes, aquí está la vieja flaca, que a pesar de tragar gente en todo momento no engorda, vieja miserable. ¿En serio me va a picar con ese palo para ver si estoy muerto? Ay, ya comenzó con el drama. Sí, así es, poco a poco viene la gente al círculo de la muerte, pero no estoy muerto todavía y no creo que vaya a morir, mi abuela decía que la muerte se siente y yo no la siento ahora, lo que ahora me preocupa es que me vayan a dar otros 15 días de incapacidad.