Isabel

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El Faro

De todos es conocida la muerte de la reina Isabel II de Inglaterra. Durante todos estos días, hemos sido testigos, y seguiremos siéndolo, de los rituales civiles y religiosos que envuelven su defunción y la coronación de su nuevo sucesor. La antiquísima pompa inglesa se retransmite en directo como si asistiéramos a contenidos televisivos como Downton Abbey o algo similar. El tiempo parece que no pasa.

La longeva existencia de Isabel II le ha permitido asistir como protagonista a múltiples eventos históricos, desde la segunda mitad del siglo XX hasta el presente. Recuperó su nación de las cenizas de la Segunda Guerra Mundial. Afianzó su crecimiento hacia la modernidad. Reaccionó a los escándalos de sus hijos y a la muerte de su nuera. Acomodó progresivamente la figura de la monarquía como elemento capital para los ciudadanos ingleses. Asistió a la creación de la Unión Europea, de la que más tarde se apartarían. Superó no pocas crisis de diversa índole y dejó su país en un tiempo pospandémico, afectado por la devaluación y con fuertes crisis internas.

Pero algo más se va a replantear. Ella fue la testigo protagonista del desarrollo de la Commonwealth of Nations como extensión de la época colonial propia del siglo XIX. Inglaterra ha tenido la habilidad de mantener unidos partes de los territorios que en algún momento de hace dos siglos le pertenecieron. La visión económica y el orgullo patrio se impuso al dominio y explotación.

La visión eurocéntrica ha predominado en la concepción de la cultura mundial. Pareciera que los eventos más nombrados de las naciones europeas resonaban como eventos de relevancia mundial. Europa y sus extensiones, primer mundo en general, ha sido capaz de dominar la economía, el comercio, la cultura y la educación. Se han enterrado aportaciones de numerosas culturas mundiales (Egipto, China, India, Mayas, Aztecas…), creyendo que sola la europea u occidental ha sido la más avanzada y a tener en cuenta.

Sería una buena oportunidad para replantear una visión global y recuperar el lugar de las culturas diversas en momentos históricos pasados y presentes. Prácticamente los lazos comerciales y económicos residen en otra parte del mundo. La cultura eurocéntrica puede sobrevivir como una versión de museo libre en las calles, en las esquinas, en los edificios antiguos, en las iglesias elevadas, en los puentes y castillos. Se puede pagar entrada para entrar al gran museo europeo.

Europa necesita recuperar su lugar en el mundo sin la pretensión de ser la cabeza del mundo. Necesita replantear su modelo unido como frágil frente a la posición de Rusia y China. Tiene que analizar su resistencia a revitalizarse biológicamente con sangre nueva y mayores nacimientos. Tiene que mirarse al espejo de otras regiones de la tierra que han desarrollado modelos diferentes de sociedad y de producción. Tiene que reconocer que la imagen de la vieja Europa es ya un sueño, que contiene mucha sangre y batallas, muertes y enfrentamientos. No es tan fácil pasar de ser los dueños del mundo a ser uno más en él. No es tan fácil pasar de ser conquistador y esclavizador a ser un defensor de los derechos humanos como modelo único de sociedad. No es fácil dejar de ser colonizador para defender la democracia liberal laica como mejor modelo de sociedad civilizada. No es fácil dejar de ser extractor de la naturaleza para proponer un pacto global por la ecología y la naturaleza.

Isabel es un hilo que une el presente con el pasado. Quizá sea una nueva oportunidad de abrir las puertas a la auténtica pluralidad global con reconocimiento real a la diversidad y de aumentar la capacidad de escucha a todos los pueblos. Si es así, God save the novelty.