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Una mala jugada

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Una mala jugada

RELATOS DE VIDA

Me senté en la mesa de siempre, afuera en la terraza para poder disfrutar de un cigarrillo, un café, una rebanada de pay de queso, mi gran gusto culposo; y el paisaje que ofrece la avenida repleta de palmeras y jardineras.

Recordaba todas las tardes que pasamos, por horas, riendo a carcajadas por tus tonterías o por mis ocurrencias; o llorando dándonos ánimos por los malos días, los fracasos o las pérdidas familiares.

De repente te vi, estabas parado frente a mi, ni siquiera me di cuenta en qué momento habías llegado, seguía perdida en el baúl de recuerdos de mi memoria y en el vaivén de emociones.

Te sentaste frente a mi, platicamos y recordamos juntos las experiencias, las vivencias, las locuras, las escapadas, los viajes y me volví a perder en tus ojos, en tu sonrisa, en tus dientes perfectamente alineados, en tus hoyuelos que se forman en tus cachetes cuando sonríes.

Vestías el pantalón y la camisa que te elegí hace algunos años, que hacían juego con un impecable cinturón y zapatos de vestir café; claro que no podía faltar tu perfecto peinado y el aroma que tanto me gustaba, de un perfume que te regalé en tu cumpleaños.

Tomamos unas cuantas tazas de café, compartimos el postre, ofreciéndonos las cucharadas directamente a la boca y acordábamos nuestro próximo encuentro, agarré un cigarro y me ofreciste fuego enseguida, tomé una bocanada y al exhalar el humo te desvaneciste con él.

Volteé para todos lados tratando de encontrarte, buscando respuestas de tu desaparición, y al regresar la vista a mi mesa, no había rastros de que hubieras estado ahí, mi mente me volvió a gastar una mala jugada y mis sentimientos, aún vívidos, le ayudaron.