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Letras y Memorias
Cuando recién llegué a vivir aquí, a la Bella Airosa, sentí que junto con mis sueños cargaba en la maleta todo un pasado que pesaba, que se había acumulado durante años y que de pronto ya resultaba tedioso de llevar sobre la espalda.
Han pasado exactamente nueve años desde ese dia, desde que llegué a Pachuca, y aunque mi simbólico pasado se ha visto liviano con el paso de los días, el mito de Atlas cargando el mundo aún podría ser una alegoría para lo que la vida me ha permitido gozar y sufrir y que ahora, llevo a cuestas siempre.
Y no, no es que en mi caso estos años sean una condena, más bien son el periodo en que un mundo nuevo se abrió frente a mis ojos y me permitió coleccionar paisajes, rostros, emociones, lágrimas, fiestas, banquetes y un sinfín de recuerdos.
Los nueve años acá, han traído consigo a mi mejor amigo y una nueva oportunidad de empezar para mi familia; me han brindado la chance de dedicarme a lo que he querido y de crecer como cuando un árbol que constantemente es regado, de pronto es un gigante en el camellón. Mi estancia en Pachuca me ha permitido ser feliz hasta estallar de risa y también me ha dejado rearmarme, reinventarme y poner nuevas piezas en donde las que se rompieron ya no tuvieron cabida.
Y sí, la compañía de muchas personas de pronto se ha ido por azares del destino pero, se agradece y valora toneladas el que quienes han estado desde el día 1, sigan luego de mucho, así como se valora y agradece que quienes se han ido sumando a este viaje, acompañen el trayecto que, de momento, no sabemos a dónde irá a parar, porque nadie tiene la certeza de que mañana sigamos acá.
Es pues, este texto, un reconocimiento enorme y un pequeño homenaje para esta ciudad que me recibió con los airosos brazos abiertos y que brindó sus rincones para que cumpliera cada meta planteada y empezara a encaminar los pasos hacia la realización de mis sueños.
Y aunque aún faltan muchas cosas por hacer y terrenos que conquistar, ir un peldaño a la vez en esta “escalera al Cielo”, ha sido la clave para saber agradecer lo vivido y lo que no fue. Hay rostros con los cuáles está pendiente un café, sonrisas que no he besado y cuerpos que no nos han abrazado; hay aún un mundo entero listo para ser explorado y todo, en este punto del universo donde la gente tiene una rara fijación el prefijo “tuzo”.
No, precisamente hoy no tengo idea de qué pueda venir mañana, pero algo que sí deseo y cuya certeza me da calma, es saber que ese futuro inmediato, todavía tiene lugar dentro de esta ciudad, bajo sus luces y ráfagas de viento, en sus fotos del Reloj y desde su mirador; el mañana aún se vivirá en los bares, cantinas y cafeterías de acá, y espero que con la compañía que hoy tengo y la que aún viene camino a encontrarnos.
¡Hasta el próximo jueves!
Postdata: No me olvido de nadie que he conocido acá, ya sea que me hayan tendido la mano o puesto el pie, porque todo lo que ocurrió, construyó lo que hoy soy.
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